"Bailar, bailar y bailar". Es lo que más echa de menos doña Catalina Puig Davila, según ella misma cuenta con una gran sonrisa. A sus 103 años, cumplidos ayer mismo, dice que ya no tiene ninguna necesidad de verse al espejo, aunque mantiene un cierto aire coqueto. Pero por encima de todo mantiene un sentido del humor y un carácter que resisten intactos al paso del tiempo. "Los años me pesan, pero puedo con ellos. Pero no te disgustes, si me ofreces quedarme con tu edad firmo el trato ahora mismo", responde enseguida con otra gran sonrisa. Eso sí, ella no aprovecha para hacer trampa y no se quita ningún año. "¿Crees que me da vergüenza? Para nada. Yo no pienso como piensa la gente, pienso como pienso yo. Ni me pongo ni me quito años", asegura seria. "Me gusta reír. A veces pienso que no debo, pero si no canto, si no bailo... no sé lo qué voy a hacer", añade.

El tiempo no pasa en vano y esta joven centenaria ya no tiene el oído ni la vista de antes, pero se mantiene activa, lúcida y comprometida. Prefiere escuchar la radio, que está siempre a su lado, en lugar de la televisión, en la que en medio de tanta telebasura y gente que grita sin hablar le cuesta encontrar algo que le guste. Hace unos días vio en un informativo las imágenes de las protestas de jubilados y pensionistas. "Me preguntó qué pasaba y cuando le conté que protestaban para defender y mantener las pensiones me contestó muy seria: 'Hacen bien. Yo no puedo ir, pero si no estaría con ellos'", cuenta su hija Marisé.

La posibilidad de salir de casa es una de las cosas que la edad le pone muy difícil. Hay 17 escalones hasta la calle y ya se cayó un par de veces por las escaleras por lo que se tiene que conformar con moverse por la planta alta de su casa, en el barrio de Banda do Río. Mantiene un envidiable grado de autonomía y se mantiene activa con pequeñas labores e incluso haciendo cuentas. La lectura siempre fue otra de sus pasiones, pero ahora le cuesta porque debe emplear una lupa que le resulta un tanto pesada e incómoda.

Doña Catalina tiene un apellido catalán como Puig porque su padre era originario de Cataluña, desde donde se trasladó a Bueu para trabajar como encargado de la fábrica de Massó. El apellido materno es de Bueu de pura cepa: Davila. Cuando le preguntan qué es lo que pide a su edad su respuesta es sencilla y llena de sentido común. "Lo que quiero es que me quieran y que me den lo que pido", afirma. Afortunadamente en eso es fácil de contentar gracias a su hija y al resto de su familia.