"Sigo soñando con Asia", asegura Marta Franco Iglesias ya un poco más adaptada a la rutina de su vida en Cangas tras su regreso, después de un año entero, recorriendo Asia y trabajando en proyectos humanitarios. Fue un viaje que emprendió con su amiga Myriam Viéitez Porto en octubre de 2016 y concluyó un año después, el 24 de septiembre de 2017. Asegura que ambas se conocieron trabajando de socorristas en Cangas, en donde Marta, que es natural de Bueu, reside desde hace 7 años.

De inmediato, Marta que tiene 38 años y Myriam, 29- conectaron por la afinidad de sus gustos, la pasión por la naturaleza, el deporte, estar con la gente y sobre todo su afición a viajar. Marta Franco estudió Magisterio, un ciclo superior de animación deportiva y auxiliar de enfermería. Asegura que estaba trabajando en el sistema sanitario y se encontró muy mal consigo misma. Tenía la sensación de que la empresa en la que estaba empleada solo valoraba lo económico "y me sentía cómplice. Quería recuperar la confianza en las personas, la confianza en el ser humano".

Con lo que ahorró trabajando todo este tiempo y con su amiga Myriam empezó a surgir la idea de emprender un viaje para reencontrar un sentido más humano a la vida y surgió la posibilidad de Asia. Ambas jóvenes estuvieron preparando el viaje a conciencia, durante siete meses, y a través de páginas web contactaron con organizaciones no gubernamentales (ONG) porque querían contribuir a ayudar en alguna causa por el mundo.

Pero ante ellas se puso por delante de nuevo la cruda realidad del peso del dinero. Las ONG con las que contactaron les pedían pagar por trabajar en sus proyectos. Asegura que eran cantidades de 3.000 euros o de 5 euros por día "pero para nosotras era impensable. Nos pareció tremendo que nos cobraran por intentar trabajar de forma altruista en una ONG".

Decidieron dejar de lado estas organizaciones y buscaron en una página web llamada woraway en la que encontraron dos proyectos que se correspondían con su ideal de vida. A cambio de trabajar con ellos ayudando al desarrollo de los proyectos, les daban alojamiento y comida gratis.

El destino estaba ya marcado en Nyanmar -la antigua Birmania;- La India y Nepal en donde iban a ayudar en un proyecto de un monje budista que, con las donaciones que fue recibiendo en su vida, compró terrenos y creó una aldea para personas sin recursos, niños abandonados o ancianos, en la que ya residen unas 3.000 personas, asegura Marta Franco. En la India encontraron el proyecto de una ecoaldea que puso en marcha un psicólogo para personas con discapacidad con el fin de lograr que vivan de forma autosuficiente. En En Myanmar permanecieron 4 meses, seis en La India y un mes en Nepal, antes de regresar a Galicia por el Camino francés de Santiago.

Marta Franco asegura que fue la mejor experiencia de su vida. Aquí dejaba a su pareja sentimental, que quedó esperándola y con la que ha vuelto al día a día en Cangas, tan diferente al de Asia.

Ambas mujeres aprovecharon su estancia en India para recibir clases de yoga y sacaron el título en una de las escuelas más antiguas de esta disciplina física y mental en Bombai. Permanecieron tres meses internas con 13 horas de estudio al día y ahora imparten clases. Marta Franco lo hace en Cangas, en el Centro de Bienestar Social para personas jubiladas y Myriam en Cerponzóns. Además de esto, Marta sigue sus estudios en la Escuela de Idiomas de Cangas, de la que asegura que es algo que nunca debe de desaparecer porque abre mil ventanas al mundo. Juntas quieren crear una asociación de yoga para transmitir los valores de esta disciplina.