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Cangas 1860: los carnavales de Hío y el Entierro del Grelo

El Entierro del Grelo de 1881 en Nerga acabó con el grupo de personas que lo festejaba dando una paliza al alcalde de barrio

Una imagen actual del atrio de O Hío, con el palco del carnaval. // Gonzalo Núñez

Creemos oportuno detenerse un instante para hablar de la sardina, reafirmar que, antaño, este humilde y abundante clupeideo (sardina pichardus) fue, desde épocas tempranas, la base energética de la alimentación de las clases más humildes. En los países católicos, el consumo del pescado se refuerza con la llegada de las cuaresmas y vigilias. De su abundancia en épocas pasadas, podemos afirmar que la sardina se consumía durante todo el año, (pese a ser magra en invierno), sobre todo en verano gracias su alto porcentaje de grasa y valor energético, la convierten en un alimento comparable a la carne. El refranero popular recoge un antiguo proverbio señalando que, por su baratura, era el alimento principal de las clases populares:

"En tu casa, no tienes sardina y en la mía, pides gallina "

Señalan las crónicas que en los siglos XVI y XVII, nada más recogerse las capturas de los cercos que se arrastraban desde la playa, la generosidad del marinero, permitía que cualquier necesitado o familiar en apuros, pudieran acercarse y recoger gratuitamente una buena ración de sardinas para casa. Por último diremos que cronistas pontevedreses del siglo XIX señalaban que era tal la abundancia de sardina en la ría que mucha de ella "venían a morir a las playas de Cangas" (podemos entender que se trataría más bien, de bancos de alevines que se acercan a la costa).

Hurgando un poco en sus comienzos, no está muy claro el porqué de la celebración "entierro de la sardina". Se han formulado diversas hipótesis acerca de la elección de la sardina para que se la entierre. En Cuaresma, la Iglesia prohíbe comer cualquier alimento de carne; no tiene, pues, sentido que se entierre o desaparezca pescado tan esencial como la sardina. La teoría más acertada y lógica es la de aquellos que afirman que el mencionado entierro, data del siglo XVIII, en tiempos del rey Carlos III, (por otro lado, diremos que fue impulsor de los carnavales) señalando que la tal sardina consistía en una loncha de tocino que el populacho llamaba sardina y, por consiguiente, con la llegada de Cuaresma ya no les estaba permitido tomar ese pedazo de tocino; lo que viene significar lo que realmente se entierra es la carne de tocino.

A partir de 1939, (fin de la Guerra Civil)en España los carnavales quedaron prohibidos en manifestación pública por las calles, prohibición que sólo funcionó en teoría, pues las autoridades (Gobernadores Civiles) hacían lo que vulgarmente se dice "la vista gorda" bajo el compromiso o condición que los componentes de las comparsas llevasen por la calle la cara descubierta. Sin embargo, en los bailes de sociedad como casinos y artesanos les estaba permitido tapar el rostro por ser lugares cerrados y en caso de alboroto o percance, sería responsable la junta directiva.

En la medida que el "régimen" se suavizaba, la permisividad en la calle se hizo patente; los componentes de las comparsas buscaron el anonimato, colocando alguna que otra disimulada nariz. Mediados los años cincuenta, las autoridades trataron de suprimir el término de Fiestas de Carnaval (no le iba mucho al Régimen) para denominarlas Fiestas de Primavera, pero aquello no cuajó.

Carnavales de Hío

Para épocas pasadas, resulta siempre difícil hallar documentación que nos relate en detalle fiestas populares; en esos casos su descripción suele ser siempre incompleta, el argumento central del documento generalmente está vinculado a una causa de justicia o motivo similar.

Hemos localizado un documento de los años finales del siglo XIX en que el notario de la Villa D. Manuel Martínez fuera requerido para dar fe de un hecho lamentable. En su anotación nos relatará, a través de testigos, los carnavales que celebraban los vecinos de la inmediata parroquia de Hio hace ahora, la friolera de 137 años. Señala que, pasada la fiesta, acudió a la llamada hecha por el alcalde de barrio de Nerga, el labrador Manuel Benito Otero Martínez para dar cuenta de lo sucedido aquel Miércoles de Ceniza de 1881 en que los de Hio ponían "broche de final" a los carnavales festejando por todo lo alto el "Entierro do Grelo".

Testifica el notario que en las fiestas de entroido de aquel año de 1881, que un grupo de personas de Hio "festejaba el Antroido (sic) del entierro del Grelo" cuyos componentes se dirigían en algarabía camino de Nerga para enterrar el glelo, (verdura propia del carnaval: "lacón con grelos" auténtica gastronomía de la cocina tradicional gallega). La juerga, que preveía un final divertido, acabó como el Rosario de la Aurora, dando una soberana paliza al alcalde de aquella localidad y sus ayudantes que también recibieron lo suyo. Los autores del "festejo" son ahora denunciados por la agredida autoridad y puestos a disposición de la justicia de Pontevedra donde el caso se instruye por lo criminal.

El notario toma puntual nota de lo manifestado por los testigos presenciales de tan lamentable fin de fiesta. En sus declaraciones, coinciden en que la Comparsa del Grelo había salido del lugar del Iglesario en Hio, y los participantes de la comitiva " la mayoría procedían de aquel lugar", se dirigían en procesión camino de Nerga en forma tumultuosa produciendo gran alboroto acompañado de fuertes ruido de cohetes, "que disparaban los de aquel lugar" ,. Agustín Otero vecino de Nerga de 60 años afirmaba que oyó muchas estallidos de cohetes y los de la comitiva cantaban coplas a coro, sus voces entonaban letanías "como cantan los cregos" en los entierros. Añadía en su declaración que oyó fuerte alboroto "y cuando acudió al lugar, sintió fuertes gritos del alcalde peleando y arrastrado por el suelo bastante maltratado". Donato Carabelos es otro testigo que afirma "que se acercó atraído por el vocerío de gente, cuando llegó al sitio vio que en el motín uno de los agresores tenía arrollado y maltratado al alcalde de este lugar, pero que no conoce los nombres de los agresores. José Cordeiro contaba que los de Hio "traían mucho desorden en actitud burlona portando banderas y echando cohetes".

Insistían los testigos que la mayoría de los comparecientes eran de Hio, venían en comitiva e "invadieron el lugar Nerga en son de burla y menosprecio bajo el pretexto de enterrar el grelo", cosa que aquel pitorreo lo tomaron provocador, cosa que les irritó en lo más profundo tanto a la autoridad como a los vecinos de aquel lugar.

Pero la declaración más amplia y detallada será aportada por el vecino de Nerga, Benito Carabelos. Benito manifestaba que en el lugar de la trifulca se había congregado fuerte gentío y vio "como los del antroido venían entonando letanías, traían una campanilla que hacían sonar, portaban a modo de pendón un sobrecama o colcha y una escalera sobre la cual portaban el grelo y llegando el alcalde fue a imponer orden siendo agredido, golpeado por los componentes de la comparsa causantes del tumulto, pero con el mucho desorden que se produjo no pudo concretar quiénes fueron los que les agredieron". Pese a la detallada explicación dada de la somanta, el testigo nada nos cuenta cómo iban disfrazados los agresores ni de sus entonadas letanías.

Los restantes testigos dicen desconocer los nombres de los agresores, pues en la reyerta además de los de Hio había gentes de fuera "asistentes al entierro del grelo"y que junto con el alcalde fueron también apaleados sus "Gabriel Guimeráns y su hermano Ignacio, que era el que más sangraba por el maltrato que habían recibido".

(*) Profesor e historiador de Cangas

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