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Cangas 1860: Mitos y fraudes de nuestra historia local (I)

La invasión de Cangas fue protagonizada por piratas radicados en Argel, no por turcos y participaron también cristianos en el ataque

Recreación del ataque pirata a Cangas. // Gonzalo Núñez

La Historia como ciencia del pasado tiene su inicio a mediados el siglo XVIII. Hasta ese momento el pasado de los pueblos era un compendio en el que se mezclaba la fantasía y la verdad de los hechos histórico. Con la llegada del siglo de las luces y la razón, los eruditos de la época comienzan hacer una labor crítica revisando nuestro pasado histórico separando definitivamente lo que había de leyenda o fábula para convertirla en una ciencia rigurosa. Los estudiosos debían rechazar cualquier hecho que no estuviese suficientemente demostrado y respaldado por documentos. Estudiosos como Mayans y Siscar, el Padre Flórez o el Padre Masdeu, (este último llega a dudar de la existencia de Cid Campeador por no parecerle suficientemente comprobada), sin olvidarnos de nuestro paisano el pontevedrés Fray Martín Sarmiento se involucran en buscar la verdad de la historia eliminando la leyenda en pro del rigor ,.

A imitación de aquellos estudiosos del S. XVIII, seria nuestro propósito eliminar, desterrar ciertas afirmaciones erróneas de nuestro pasado que desafortunadamente han arraigado en la Villa repetidas por algunos amantes de la historia que insisten una y otra vez en hechos copiados de textos no actualizados que contrastan con la rigurosidad de los actuales. Se trata de algunos falsos refritos, que tanto gustan en ciertos sectores de la villa y aceptados como veraces, pero incapaces de señalar su procedencia.

Errores de nuestra historia

El error más frecuentemente que se repite hasta la saciedad por los historiadores locales, es citar insistentemente a los Turcos. Aquí, en Cangas nunca nos asaltaron los tucos. Los turcos u otomanos estaban lejos, en Turquía, pese a que los escribanos de la época los citan. Por otro lado, no vamos a negar que la mencionada palabra turcos junto con moros constan en los folios de la época. Sin embargo, debemos tener presente que quienes se encargaban de redactar los documentos, (escribanos y clérigos) sus conocimientos geográficos como de cualquier otra índole, eran muy limitados y confusos.

Por aquel entonces, la piratería turca, junto con la cristiana, actuó por el Mediterráneo a lo largo del siglo XVI y no se le conocía como piratas sino corsarios. El término pirata comienza a aplicarse por los españoles a los corsarios argelinos que inician sus actuaciones en el Atlántico a partir de 1614, cuando el comercio del Mediterráneo decae y surge el de las Indias americanas.

Los textos más rigurosos nos hablan que quienes asaltaron Cangas, fueron galeras cuyos centros comerciales estaban en Argel y sus dotaciones, según Fernand Braudel, al que seguimos en gran parte de este trabajo (1) , eran heterogéneas. Estaban compuestas por gentes sin patria y en gran medida, sin credo religioso. En diciembre de 1617, las tripulaciones que nos asolaron la componían bereberes y cristianos, estos últimos por no verse esclavizados se convertían al islam y se dedicaron también a la piratería. En el caso de Cangas, alguno de los asaltantes, para nuestra sorpresa, eran cristianos renegados naturales del Morrazo y algún que otro bandolero renegado de la Europa cristiana.

Lo acaecido a Cangas en 1617, no fue un hecho aislado, la casi totalidad de las villas costeras atlánticas sufrieron lo mismo: Portonovo, por ejemplo, fue asaltada en 1622; Corrubedo, es dos veces saqueada en 1620 y 1623?En este período, el Atlántico se convierte en un mar peligroso, las Islas Cíes son un asentamiento permanente de piratas a lo largo del siglo XVII, siempre a la espera de embarcaciones según describe el geógrafo Teixeira en su visita a Cangas.

El negocio

De los centros esclavistas de Salé y Argel las galeras se hacían a la vela, cruzan Gibraltar, patrullan a lo largo de la costa portuguesa y en sus navegaciones alcanzan latitudes hasta la misma costa de Islandia. En sus correrías apresaban cualquier clase de embarcación que hallasen al paso. El objetivo prioritario de estos ladrones aventureros era la mercancía humana seleccionando en especial gente joven, sana, su precio en el mercado esclavista les producía cuantiosos beneficios. En cuanto a los ancianos se desechaban, no cotizaban, pero si los creían ricos también eran capturados, para luego pedir rescate a sus familiares. Es solo negocio, simple transacción. Los piratas están dispuestos siempre a la negociación. Recuérdese el caso de Juan da Veiga, escribano de Cangas, que pese a su ancianidad, fue esclavizado en 1617 y desde las mazmorras de Argel escribió a su familia de Cangas le rescatasen.

Según Braudel la piratería era un oficio, un comercio, una industria un "modus vivendi", lo que hoy entenderíamos sencillamente "una empresa" de la que obtener beneficios, aunque cruel e inhumana.

A los piratas para nada les interesaba el enfrentamiento, procuraban siempre evitarlo, su objetivo es el botín, la riqueza. Por otro lado, matar por el hecho de matar, en ello no hay ganancia ni beneficio alguno. Si llegaba a producirse esa circunstancia, el negocio se convertía en pérdida. Regresar a puerto de vacío era una ruina ya que debían rendir cuentas a los inversores, sus patrones los "grandes señores".

El asalto

En palabras de Braudel, los piratas asaltantes no son gente de milicia, no persiguen la gloria ni honor, sino sencillamente botín, beneficios; son bandoleros que buscan resultados prácticos. La táctica empleada en las incursiones era siempre la sorpresa, como en la caza, "pillar" descuidada la pieza. En Cangas, los asaltantes se cercioraron previamente que la villa contaba con una insignificante defensa, compuesta por una escasísima veintena de soldados al mando del capitán Pedro Costas Franco, por tanto las posibilidades de pelea o enfrentamiento serían nulas, el éxito estaba asegurado.

Y así sucedió. Aquella fría mañana de diciembre antes del amanecer, mientras la villa dormía, sigilosamente los salteadores desembarcan en Punta Balea y Rodeira, la villa queda cercada evitando cualquier posibilidad de fuga. Sus gentes despertadas por fuertes disparos de arcabuces son sorprendidas.

Un grupo de vecinos que asistían a la "misa de alba" en la Colegiata vieron interrumpida la celebración al hacer acto de presencia "los moros" según declarará más tarde, el sacerdote celebrante D. Álvaro de Avalle quien afirmaría haberse liberado del cautiverio por pedírselo a Nuestra Señora la Virgen María bajo promesa de levantarle una capilla (2). En realidad el clérigo se liberó del cautiverio, sencillamente, por ser un anciano de escaso valor en el mercado.

A partir de ese momento, se inicia el saqueo y una selección de los individuos jóvenes y sanos. El que se resistía o enfrentaba para proteger o evitar que un familiar fuese apresado era eliminado si carecía de valor en el mercado, de ahí podemos afirmar que esos serían los que constan en la lista de fallecidos emitidos en los informes.

(*) Profesor e historiador local

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