Fue comenzar a andar la cabalgata de Cangas y ese frío polar que tanto nos anunciaron comenzó a hacerse sentir. Puntual, hay que decirlo, esta vez no hubo demoras ni por las inclemencias metereológicas. Iban pertrechadas Sus Majestades para hacer frente a este clima tan opuesto al de su tierra en Oriente, con temperaturas que llegan a los 50 grados. La cara tapada y la barba abultada de Melchor Gaspar, mientras que Baltasar optó por un atuendo más ligero y una barba incipiente, recortada.

En grandes carrozas, llenas de niños, los Reyes Magos pasearon por Cangas arrojando caramelos por las calles para después recibir en el Concello las últimas misivas. Por cierto, que esta cabalgata de Cangas tuvo una interesante novedad: encabezaba la comitiva real los pajes reales, que no eran otros que hijos de trabajadores de Correos. También estaban delante sus padres, que conducían furgonetas y motocicletas de reparto, que durante un rato dieron vueltas a la rotonda de la lonja mientras esperaban las órdenes de la organización. Lo pajes reales llevaba las cartas en los típicos carritos que esta empresa, ahora semipública, utiliza para realizar el reparto por las casas. Y todo hay que decirlo, una buena cabalgata tiene que tener un buen correo, para que los regalos no se queden por el camino.

Seguían a la atrevida y simpática familia de Correos, que no escondió ni por eso de la mala suerte el color amarillo de la empresa, el colectivo de niños y padres del colegio Nazaret, que este año escogieron el 400 aniversario de la invasión turca en Cangas para salir vestidos de piratas del Caribe dando paso con su barco de vela negra a la primera carroza de Sus Majestades. Animando la cabalgata también iban niños del colegio Compañía de María, con motivos navideños. En el medio, el colectivo lisboeta de teatro en la calle, Artelier hacía reir a los niños y mayores y demostraba su capacidad, incluyendo también un zancudo, para convertir los juguetes en ropa para disfrazarse.

Melchor llegó en una carroza tirada por un león plateado. El amarillo del oro había decidido guardarlo para entregárselo al recién nacido en Belén. Mientras el Rey Mago repartía caramelos por doquier, la empresa de autobuses Cerqueiro agradecía a los Reyes de Oriente que hubiesen tenido a bien pernoctar en sus cocheras para mantenerse ocultos de los niños. A Melchor lo seguía la carroza de Gaspar, que iba tirada de una pantera y al final, el Rey Baltasar, solo en su trono, que presidía un arco del triunfo.

En Moaña, el frío polar se tradujo en una granizada que cosas de la magia sólo cayó en este municipio y que provocó que la cabalgata no pudiera salir a su hora. Los Reyes y toda la comitiva tuvieron que refugiarse en la nave del Club de Remo de Tirán para evitar el granizo. Una vez pasó, las tres carrozas con Melchor, Gaspar y Baltasar se pusieron en marcha, acompañadas de los niños de la escuela de Moaña Patina y de expertos jinetes a caballo de la Asociación Adoc. Las carrozas iban decoradas con motivos de fábula como la de Gaspar, con un caballo blanco; o la de Baltasar, con un dromedario, mientras que Melchor optó por presentarse a todos los niños de Moaña con una carroza de gnomos y duendes.

La cabalgata recorrió el frente marítimo y a su paso por el mismo se iban incorporando más y más familias que abarrotaron, después, el pabellón de Reibón,en donde se celebró la recepción con hinchables y música. Los pequeños pudieron fotografiarse a lomos de los diez caballos de Adoc.