"Más viento que lluvia" comentaba el propietario de una cafetería de la villa de Cangas que mantenía abierto su establecimiento a las 20.00 horas del domingo. Lo cierto es que la lluvia no asustó tanto como el viento, quizás porque era muy deseada, por eso no se vio como algo malo. La velocidad del viento, que en ocasiones superó los 100 kilómetros por hora, sí que dejó el susto en el cuerpo.

Protección Civil y Policía Local de Cangas y Brigada de Obras estuvieron al quite de las incidencias. Las llamadas fueron continuas y las salidas también. Pero, por suerte, no se registró ningún grave incidente. En río Bouzós en Cangas y el Bispo, en Bueu, que son los que cada vez que llueve un poco de más provocan inundaciones por los lugares urbanos que atraviesa. No fue el caso esta vez. Su caudal era escaso y la lluvia caída, 70 litros por metro cuadrado, no le exigió lo suficiente como para que vecinos y Policía Local montaran guardia en sus márgenes.

El viento sí hizo de las suyas. Hubo árboles que cayeron en muchos tramos de las carretera PO-551 que llegaron a cortar la circulación durante la noche y madrugada del lunes y que obligó a intervenir a Protección Civil: en Aldán, San Coste, Freixo y San Amaro. También hubo vallas metálicas y muros de piedra derribados por el viento en varios lugares de Cangas.

Mientras, en Londres, la ciclogénesis explosiva "Ana" se dejaba sentir con rabia. Provocó la cancelación de numerosos vuelos y dejó colgados en el aeropuerto londinense de Stansted a cientos de gallegos, muchos de ellos de Vigo y Ourense, además de vecinos de Cangas, que habían decidido pasar el puente en la isla. El avión de la compañía Ryanair que debía salir del aeropuerto londinense de Stansted no pudo volar al de Oporto para llegar a las 11.45, conforme figuraba en los billetes de ida y vuelta que habían sido adquiridos con antelación. Las soluciones que ofrecía la compañía para los viajeros gallegos alcanzaban como mucho a coger un avión el jueves o el viernes, para su desesperación. Los vigueses y morracenses afectados mostraron sus descontento por el trato ofrecido por la compañía y también con el estricto proceder de los empleados del aeropuerto, que retiraban las sillas en las que descansaban los más pequeños. Escenas como la de ver a niños dormir en la cita de las maletas recorrieron en segundos el aeropuerto londinense.