Difícil será llegar al Concello de Moaña y no encontrar a Geno Piñeiro. Siempre era una visita obligada en las dependencias de Urbanismo, para hablar de cómo iba el municipio, Galicia, discutir sobre el nacionalismo, que siempre llevó por bandera, o tantas otras cosas. Había días que no levantaba la mirada del ordenador, quizás molesto con los acontecimientos y la falta de comprensión con sus ideales políticos y culturales, pero siempre estaba ahí, en su mesa perfectamente ordenada y rodeado de emblemas en su vida, como su Illa de Samertolaméu. No faltaba la fotografía de esta isla que Geno nos ha hecho querer a todos como un símbolo de la cultura que él pretendía para su municipio y para Galicia.

Por la Illa de Samertolaméu y por su parroquia de Meira, a través de la Asociación Meiramar Axóuxeres, trabajó a destajo. Llevó el folclore local por todo el mundo y también trajo el folclore de todo el mundo a su rincón de Moaña.

Quería encontrar las entrañas de Samertolaméu, presumir de las raíces de Meira y las encontró. Logró el Museo das Carreiras, testigo de la industria de las redes en su parroquia; y recurrió a la tradición oral de los mayores para recuperar el Entroido de Madamas e Galáns. Llegó incluso a lograr que los trajes tradicionales de esta fiestas luzcan en el Museo de Entroido de Xinzo.

Siempre sorprendía su incesante necesidad de buscar en el baúl de la historia para hacer, si cabe, más grande su parroquia de Meira.

Geno se ha ido sin haber visto cumplido un sueño: que Samertolaméu recupere su condición de isla. Es un testigo que no debe seguir en pie en Moaña para que la isla vuelva a lucir como él la veía todos los días en su mesa de inspector de Obras, y de la mano del pintor Fernández Meiriña: sólo unida a la península por un puente.

Meticuloso en su manera de organizar el trabajo y en otras tantas cosas de la vida, la muerte le cogió por sorpresa sin tiempo para preparaciones. Huboafortunados que ayer pudieron estar con él en el Concello, en una visita relámpago que hizo en sus vacaciones. Nada presagiaba el fatal desenlace que a todos nos ha conmocionado. Moaña debe buena parte de su actual imagen como pueblo que vive la fiesta y la cultura gallega a Geno Piñeiro.