El mar se pudo llevar el lunes su barco y todo lo que llevaba dentro de él, como su cartera y su teléfono móvil. Lo único que el mar no se llevó de Jesús "Suso" Barros fueron las llaves de su coche, que las guardaba en un bolsillo del pantalón, y sobre todo su gran sentido del humor. "O patrón maior vai ter que poñer aquí na lonxa un expendedor de números como os do supermercado", decía con una sonrisa cuando se daba cuenta la lista de medios de comunicación que ayer querían hablar con él. No era para menos. El lunes tuvo que nadar más de 300 metros sin ayuda para poder salvar su vida después de que su barco, el "Alicates", se fuese al fondo debido a una combinación de viento y olas. "Moito mallón de vento e cucharas de auga. Sempre o dixen, o vento do noroeste é o máis cabrón que existe", afirmaba al recordar su odisea.

Suso lleva toda su vida en el mar y es la primera vez que tiene un accidente serio. "A los ocho años ya le iba a llevar la fiambrera a mi padre, que también andaba a las nasas. Con 15 años me embarqué para ir a Sudáfrica, luego estuve en Terranova y otros caladeros. A los pocos meses de nacer mi hijo, hace 30 años, me vine para la bajura", contaba ayer. Estos días estaba trabajando con la nasa nécora, cuya campaña se abrió hace apenas una semana. El lunes estaba preparando el barco en el puerto de Beluso y desde el primer momento vio las condiciones del viento. Por eso decidió demorar una hora su salida al mar. "Ata comprobei as bombas de achique, a de proa e a de popa, e incluso reparei unha delas", señala.

Los problemas comenzaron después de dejar atrás Cabalo. El tramo comprendido entre Lombo da Besta y los cons del sur de Udra es el peor, como reconoce a su lado el patrón mayor de Bueu, José Manuel Rosas. Al igual que Suso, él ya tuvo algún susto en ese lugar. "O mar estaba bravo. Había moito mallón de vento, que facía olas no mar. Collín varias olas de cuchara e despois dunhas cuantas xa había moito peso no barco e as bombas de achique non podían con tanta auga", relata.

La situación era tal que se inundó la proa del barco y con el peso acumulado levantó la popa, quedando la hélice del motor en el aire. "Tiña que botarme ao mar, era eu ou o barco", ilustra el marinero buenense, que se lanzó por la popa. Antes de eso tuvo la precaución de desembragar el motor "para que a hélice non seguise dando voltas" y no le provocase ningún daño. En ese momento eran cerca de las nueve menos cuarto de la noche y Suso se hallaba a unos 300 metros de la costa de Udra. Nadie había visto lo sucedido. "Había un barco de Aduanas, que estaría a uns 500 metros, pero coas olas era imposible que vise nada", reconocía ayer.

A pesar de la situación en la que se encontraba Suso Barros reconoce que mantuvo la calma: "Eu estaba a mar de tranquilo". Podía ver la costa y sabía nadar, así que se puso a ello. Pero antes tuvo que solucionar un detalle de vital importancia: "Levaba postas unhas botas cortas e un pantalón de augas. Con ese pantalón era imposible nadar, costoume moito traballo quitalo no mar e traguei moita auga", relata el marinero.

Una vez que consiguió desembarazarse del pantalón comenzó a nadar para llegar a la complicada costa de Udra, llena de rocas y cantiles. "Nadei de todas as formas e estilos posibles", asegura con una sonrisa. Ese trayecto de unos 300 metros le llevó más de media hora y asegura que lo más complicado fueron precisamente los últimos 20 metros. "Parecía que non daba chegado e traguei moita auga. Estaba esgotado, coñezo unha zona na que o mar fai un remanso pero non era tan fácil. Como estaba tan cansado e hai anos tivera problemas por unha arritmia pensei que me podía dar algo. E cando logrei subir as rocas estaba como mareado e aturdido", continua relatando.

Durante todo ese tiempo pudo ver el barco, que seguía con la proa a la vista. "Quería tentar chegar a terra para avisar canto antes e ver se aínda lograba salvar a planeadora", añade. Lo de llegar a la costa fue una parte importante de su odisea, pero no la última. Descalzo y con el torso desnudo tuvo que subir entre la maleza, formada por zarzas y tojos, hasta llegar a la pista que conduce desde Chan de Esqueiros hasta el aula de la naturaleza de Udra. "Cando cheguei arriba había unha parella que viñan dando un paseo. Creo que lles din un bo susto. Teño que agradecerlles que se portaron moi ben conmigo, tanto eles como na cafetería da aula de Udra. Deixaronme un teléfono para avisar e roupa para abrigarme", cuenta agradecido Jesús Barros.