Decía Mies Van der Röhe que "solo aquello que tiene intensidad de vida puede tener intensidad de forma". Sucede esto con las esculturas de Manolo Coia. Tienen la fuerza formal que le transmite la fuerza vital de su autor. Son formas intensas, rotundas, sin concesiones, que se clavan en el espacio que ellas mismas generan, como en su vida hace Manolo: con valentía, con dignidad y con gallardía. Son formas que expresan fiel y ejemplarmente sentimientos esenciales y primarios, nunca fáciles, siempre profundos. Los gritos agudos o los suaves murmullos que las formas de Manolo Coia nos transmiten, son gritos y murmullos que emite su autor en esa permanente e ininterrumpida declaración de guerra y de amor que es su propia vida. Por eso a los demás, a todos los que tenemos estos sentimientos reprimidos u ocultos, nos sorprenden e impresionan estas formas, al tiempo que nos liberan y estimulan.

Las formas que crea Manolo Coia no rehuyen el drama cuando es ley de vida, pero tampoco olvidan la poesía que en la vida existe. Son formas fuertes y agradables a la vez. De buscar algún lugar común, de referencia, habría que enmarcarlas dentro del llamado realismo mágico.

El artista es un ser privilegiado, que está capacitado para ver más, para sentir más y también para expresarlo mejor. Un ser con capacidad de irradiar y hacer llegar a los demás un mensaje. El mensaje de Manolo Coia es un mensaje de libertad y solidaridad al tiempo. Moldeando, tallando o esculpiendo materiales, trabajando el barro, la piedra, la madera o el metal, acariciando o golpeando la materia de la que están formados: la arena, el vidrio, la fibra,?., consigue transformar cualquier cosa en Arte y con ello logra una de las máximas aspiraciones del hombre a lo largo de la Historia.

Manolo Coia consiguió burlar modas pasajeras, estilos a la moda; no escuchó a críticos banales, a interesadas leyes del mercado, a engañosos cantos de sirena y demás prejuicios, reclamos y engaños que le han salido al encuentro.

Observando el mundo que le rodeaba y preguntándose dentro de sí mismo, consiguió narrar con formas su realidad, su verdad. No es fácil encontrar semejante actitud y, menos aún, mantenerla durante toda la vida. Pero cuando se consigue, como fue el caso de Coia, se consigue también la materialización de la utopía de ser fiel a sí mismo o dicho de manera más sencilla, ser uno mismo. Parece fácil, pero no lo es, son pocos los que lo consiguen

Manolo Coia siempre fue el mismo. Sus esculturas son ellas mismas y no otras. Ante lo ficticio y lo decorativo, frente a gestos triviales o estúpidas pequeñeces, frente a lo inconsistente, lo huidizo de la "anomía" y la estandarización -que afecta a una parte importante de nuestro tiempo--, las esculturas de Manolo Coia se nos presentan como personales y atemporales, es decir, únicas, inequívocas y eternas.

Sucede esto, de tarde en tarde, con las obras de arte y con las personas; pero cuando acontece, es como si se iluminasen las tinieblas que nos envuelven, dando lugar al renacimiento de la esperanza.

Yo le agradezco a Manolo Coia su amistad, admiro sus esculturas, su personalidad y su vida. Manolo, ahora que nos dejas te pido que, donde estés, sigas así.

(*) Arquitecto de Pontevedra