En los últimos años, José Fernández Canosa, "O gaiteiriño" está acostumbrándose a la fama. Atrás quedan esos caminos de lama, esos escenarios sin gloria, ese quitar el hambre soplando una gaita. Ahora José Fernández Canosa recoge los frutos de lo que fue sembrando por O Morrazo y otros lugares de Galicia y de Europa. El año pasado, el gobierno ya le dedicó una plaza en Aldán a "O gaiteiriño" y este año le otorgar el Premio Xohán de Cangas, el de más renombre del municipio en lo que a cultura se refiere.

José Fernández Canosa afirma que todo esto se debe a que lo quieren bien, no a sus cualidades musicales. Comenta que comenzó a tocar la gaita con 14 o 15 años. Tocaba de oído, sin tener ninguna noción de solfeo. Recuerda que su padre era gaiteiro pero no no mostraba interés alguno en enseñarle, decía que lo hacía mal. Pero José Fernández aprendió a tocar el instrumento mientras cuidaba en ganado en los montes de Aldán. Pero no lo hizo con la gaita de su padre, que no se la dejaba tocar, sino con una que compró. "Costoume 1.000 pesetas, que para aqueles tempos eran moitos cartos". Rememora que fue una vecina de Aldán, "que tiña máis cartos que eu" quien le prestó el dinero para comprar la gaita y que se lo fue devolviendo poco a poco. Tiene muy buen recuerdo de ella, pero su nombre le baila en la cabeza, que a sus 81 años resiste el paso del tiempo con fragilidad, Pero tiene memoria para comentar esos años que anduvo de fiesta en fiesta, él y su gaita, nada más. Como apunta, en aquellos tiempos no había ninguna escuela de música donde aprender solfeo, pero esto no supuso ningún impedimento para José Fernández Canosa. Comenta que tiene más de 200 piezas compuestas por él, que no las tiene escritas en ninguna parte, que su cabeza es la que las guarda, aunque reconoce que no siempre se acuerda de todas ellas. "As sacaba mentras estaba gardando o gando e quedábanme grabadas na cabeza".

"Eu no aportei nada ao mundo da gaita" se sincera José, a la vez que insiste que su padre "berraba conmigo cando escoitábame tocar". Pero si presume de ir siempre con su gaita al hombro, de recorrer fiestas hasta el final y de no despegarse del instrumento ni cuando tuvo que emigrar A Suiza y A Francia, donde ejerció la profesión que más le dio de comer, que es la de albañil. Aún hoy sigue de fiesta en fiesta. Pero advierte que ya no está solo, que ahora tiene un equipo, que se hacen llamar Airiños do Piñeiro de Aldán.

Por fin, su vida dedicada a la gaita está siendo reconocida en vida.