La historia de la canalización del tráfico de salida desde el centro de la ciudad hacia la Autopista del Atlántico es la de un continuo despropósito al que el Concello, cuarenta años después, quiere ponerle solución eliminando los últimos vestigios de ese horror urbanístico conocido como Scalextric, el viaducto sobre Alfonso XIII, y sustituyéndolo por un túnel desde Lepanto.

El primer diseño del trazado de la autopista entre Vigo y Pontevedra, de 1965, planteaba una salida en pleno centro de la ciudad que, pocos años después, se plasmó en el proyecto de un paso elevado de 9,60 metros de anchura que partía del bulevar de la Gran Vía, cruzaba Urzáiz y sobrevolaba Lepanto a seis metros de altura. En algunos puntos de esta última, pasaba a poco más de dos metros de los primeros pisos de estas casas, robando la intimidad de sus inquilinos, acercando el ruido y la polución a sus ventanas -con una previsión de 2.500 vehículos al día, para 1990-, y condenando a la calle a una oscuridad permanente. Salió a la luz en 1970 y no tardó en surgir una fuerte oposición vecinal, liderada por José Carlos González Crespo.

El pleno de la corporación municipal, presidido por aquel entonces por el alcalde Joaquín García Picher, se pronunció a favor de su construcción en noviembre de 1974 y el Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo (MOPU) apenas dos meses después. Defendían esta alternativa para evitar el "caos" en la circulación que consideraban que supondría la salida a nivel inicialmente prevista.

Algunos vecinos intentaron vender sus viviendas, pero ya era demasiado tarde. La oposición popular se recrudeció, con movilizaciones que llegaron hasta Madrid. Denunciaban la peligrosidad del paso elevado y presumían que alejaría a los clientes de una zona que era hotelera y comercial, poniendo en peligro 950 puestos de trabajo. Esta lucha solo logró el retraso en el inicio de las obras y que el ministerio pidiera al Concello un nuevo pronunciamiento. Este pidió informes a colegios profesionales, los vecinos aportaron cuatro posibles alternativas e incluso FARO propuso la suya. Pero la construcción del enlace se ratificó en un polémico pleno, el 24 de marzo de 1976, con diez votos a favor y ocho en contra.

La obra, con un coste de 90 millones de pesetas, tardó solo dos años en ejecutarse, pero nunca fue abierta al tráfico y solo sirvió para colgar pancartas. Los vecinos afectados aprovecharon las primeras elecciones municipales democráticas (1979) para que los candidatos a la Alcaldía se comprometieran con el derribo de la infraestructura. El socialista Manuel Soto, que ganaría esos comicios, se sumó de forma activa a la demanda, aunque no pudo cumplirla hasta su segundo mandato.

"La actuación en medio urbano de mayor agresión al ciudadano que he visto". Así calificó el Scalextric el ministro de Obras Públicas y Urbanismo, el socialista Javier Sáenz Cosculluela, en octubre de 1985, en una visita a la ciudad con motivo de las elecciones autonómicas. Prometió venir en persona a "apretar el botón" para demoler la demencial pasarela o dar "el primer golpe de pica" para acabar con ella. Y así fue, aunque con un martillo neumático. Lo hizo el 24 de mayo de 1986, en una insólita inauguración de unas obras de derribo. "Es la primera vez que me pasa algo así como ministro", admitía Cosculluela. Sonaba la banda de Coruxo y 1.500 personas se habían reunido para celebrar el fin de esta lucha. Estaban en plena campaña para las generales.

Los trabajos reales no comenzarían hasta finales de septiembre. Con un coste mayor que el de su construcción -cien millones de euros que asumió el MOPU-, en un mes se resolvió el desmontaje de la infraestructura. Los estudios para ejecutarlo se realizaron en Inglaterra y Alemania, porque en España no había precedentes. Se descartó la dinamita por sus elevados riesgos y se optó por retirarlo por fases.

El derribo no vino acompañado de una propuesta para una habilitar una nueva salida del tráfico de la ciudad por la autopista. En 1994 se empezó a ejecutar una solución "temporal": la construcción de un viaducto sobre Alfonso XIII que conecta Lepanto con la autopista por donde lo hacía el Scalextric. Pero aún se mantiene hoy. Con solo 2,5 metros de gálibo impide el tránsito por esta calle de autobuses, camiones e incluso camionetas de mayor envergadura. Son constantes los accidentes de vehículos de este tipo que se quedan encajados bajo esta estructura que, además, perpetúa el espanto urbanístico del Scalextric.