A las puertas de su casa de A Pandiña hay que esperar turno para hablar con Antonio y Matilde, pues son muchos los vecinos y conocidos que quieren escuchar de sus propias bocas cómo se encuentra su hijo Fernando, uno de los ocho náufragos rescatados tras pasar en el mar, en el interior de un bote salvavidas, tres días con sus noches. "O meu fillo chamounos o domingo ás cinco da mañá. Díxonos que estiveramos tranquilos, porque foran rescatados por un cargueiro italiano e xa estaban en terra, en bo estado", relata su madre, que reconoce no haber celebrado tanto una llamada a deshora como en esta ocasión, y espera con impaciencia a que se resuelvan los trámites para la repatriación de su hijo y reencontrarse con él lo antes posible.

La llamada de Fernando fue más breve de lo deseado, porque el jefe de máquinas del Senefand Uno perdió en el siniestro toda su documentación y enseres, como el teléfono móvil, que se hundió con el buque cuando, según los indicios, recogía los aparejos para regresar a puerto con las bodegas cargadas. "Andaban á merluza e estaban pescando moi ben. Cada dous ou tres días iban a terra para descargar a mercancía, pero esta vez non puido ser", señalan Matilde y Antonio, que también conoció de cerca los peligros del mar en los 45 años que anduvo navegando por los mares del mundo, desde la ría de Vigo hasta el Mar del Norte, desde Gran Sol hasta la costa de Sudáfrica.

"O afundimento foi na madrugada do mércores ao xoves", explican los padres del náufrago moañés. Ante la imposibilidad de establecer contacto con el barco, la compañía armadora -a la que los padres de Fernando Argibay no se cansan de elogiar por el trato dispensado- "deuse conta de que algo pasaba" y puso en marcha el dispositivo de búsqueda, al tiempo que comunicaba la situación a los familiares de los tripulantes. "Estiveron chamándonos da armadora, pero cadrou que temos o teléfono fixo averiado e non daba falado con nós", explica Matilde. "Contactaron con outro familiar para que viñera a avisarnos e veu a darnos o recado o venres ás seis e media da tarde", precisan. Desde ese momento "foi un senvivir" y la lógica preocupación ya no les dio tregua. Al día siguiente, sábado, Matilde cumplió 81 años, " e foi a celebración máis triste da miña vida", confiesa, por la incertidumbre sobre la situación de su hijo.

Pero la agonía derivó en buenas noticias en la madrugada del sábado al domingo. "Sonou o teléfono ás cinco da mañán e era Fernando. "Naceunos un fillo!, naceunos un fillo!", gritamos emocionados". Una nieta suya los acompañaba en esos momentos difíciles, "e os tres nos abrazamos, saltamos de gozo e alegría", relataban ayer a FARO en su domicilio, al que llegaban de forma intermitente personas interesadas por la situación de la familia. Su hijo les comunicó "que estaban en terra e que se atopaban ben, que levaban unha chea de tempo nun bote salvavidas ata que foron rescatados por un cargueiro italiano que os puxo a salvo", repite la madre, que no se cansa de repetir que fue su mejor regalo de cumpleaños, aunque llegara con un día de retraso, y que ya tiene decidido que el primer fin de semana tras el regreso de su hijo invitará a toda la familia "a comer afora", porque no tiene previsto ver pasar el tiempo en labores domésticas: "Ese día é para disfrutar, non para traballar", anuncia Matilde, y cree que su hijo, de 52 años, también tiene otra fecha para celebrar.

Aún así, Antonio y Matilde dicen tener una sensación agridulce con respecto a este suceso y, mientras esperan el ansiado regreso de su hijo a Moaña para poder abrazarlo, siguen de cerca las noticias sobre el naufragio y el operativo de búsqueda con la esperanza de recibir alguna buena nueva. "Estamos moi contentos por que o noso fillo está ben, pero sentimos con toda a alma que aínda haxa tres desaparecidos. Están no noso corazón", insiste la madre de Fernando Argibay, que confiesa su fervor religioso y su intención de "pedirlle a dios" que los ayude, de "asistir a misa e rezar por eles".