"Yo vi como recogían niñas recién nacidas de la basura. Sabía que Teresa de Calcuta lo hacía, pero yo misma lo vi. Las familias no quieren tener hijas porque eso implica ofrecerlas en matrimonio con una dote y no tienen dinero, no pueden permitírselo. Eso no se puede contar en los medios de comunicación del país". Con estas duras palabras la misionera india Ancy Bruno, terminaba su exposición ayer en la delegación de Manos Unidas en Pontevedra. La religiosa de la Congregación Sociedad de Hermanas de Santa Ana de Chennai se encuentra en Pontevedra con motivo de la campaña "El mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida", que se desarrolla estos días con varias actividades en la provincia,. Ayer por la noche estuvo en Cangas, en donde ofreció una charla en la casa parroquial, dentro de los actos organizados por el párroco Severo Lobato con motivo de la campaña de Manos Unidas.

Ancy Bruno vive actualmente en España, donde trabaja activamente desde hace cinco años en iniciativas solidarias y de carácter religioso. Uno de los 183 proyectos llevados a cabo por Manos Unidas en su país, en la localidad de Jharkhand, en el este de la India, la puso en contacto con la organización.

La religiosa y sus compañeras de congregación asistieron durante cinco años en el país asiático a tribus y personas marginadas. "No teníamos donde tratar a los enfermos, porque aquella zona es como un bosque y los niños salen fuera y viven como los animales, no tienen educación ni salud. Se exponen a mordeduras de animales y no teníamos medicamentos para darles. Con Manos Unidas pudimos construir un dispensario para atenderlos", explica.

Destaca que la salud, la alimentación y el hecho de disponer de un techo bajo el que vivir son las tres cuestiones básicas que debe tener todo ser humano. "Teníamos que ir casa por casa para educar a los padres para que enviasen a sus hijos a recibir una buena educación, pero no había manera. Los niños no quieren, quieren trabajar en el campo. Allí se cosecha una vez al año y se vive con ese arroz todo el año", se lamenta.

Las enfermedades son la mayor amenaza para la población de estas tribus: malaria, tuberculosis, sida... "Nuestro país es hinduista y los gobernadores no contribuyen ni con una rupia a nuestro trabajo porque somos una congregación cristiana. Nosotras tenemos que pagar a esos maestros", asegura una mujer que en su propio país se ve obligada a ocultar la cruz cristiana que siempre lleva puesta, "por los fundamentalistas". "Hemos contribuido un poco, pero cuanta más ayuda recibamos, más medicamentos podremos comprar, tener un orfanato en condiciones, atender a las parturientas...", añade. Ancy Bruno recuerda que los niños en la India comen solamente una vez al día. "Afortunadamente, en la escuela les damos buena comida cada mediodía", subraya.

El poder de las castas

Las mujeres son el colectivo más desfavorecido. "La situación de las mujeres sigue siendo terrible, pese a que estamos en el siglo XXI, una época avanzada tecnológicamente. El 90 por ciento de la gente depende de las castas y nacen, viven y mueren en ellas, no disfrutan la vida como nosotras", afirma la misionera, que recalca que el alimento para ellas es de muy mala calidad.

"Una mujer no puede salir a partir de las seis de casa y viajar en un autobús. Yo siempre lo hacía en taxi o, si tenía que ir en el autobús, al lado del conductor siempre, porque los hombres te molestaban mucho", declara.

Tampoco en este sentido el Gobierno indio colabora. "El último presidente elegido, hace tres años, está viajando por todo el mundo y diciendo buenas cosas a los indios, pero no hay resultados. Sigue habiendo persecución. Allí no tenemos derecho de decir nada directamente ni por la prensa. Solamente los religiosos, a través de las revistas cristianas, conocemos la situación", resume.

A sus 34 años, Ancy Bruno reconoce que no siente miedo a la hora de pensar en volver a su país. "No tengo miedo. No sabía dónde me iban a enviar con la congregación, y me han mandado a España. Yo tengo que dedicar la vida a los demás", asegura tras 16 años en esta comunidad religiosa. "La gente de España es muy buena. Yo sé que procedo de un país del Tercer Mundo, pero nunca me han hecho sentir así aquí", celebra.

Campaña nacional

La delegación de Manos Unidas en Pontevedra se ha sumado a la campaña nacional "El mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida". "Alimentos sobran en el mundo, porque 795 millones de personas, una de cada nueve, pasan hambre, pero un tercio de nuestros alimentos acaban en la basura", destacó en la presentación de la iniciativa ayer en Pontevedra Luisa Fernández, de la ONG. "Si hay comida, pero la gente pasa hambre, algo está pasando", consideró, para añadir que "los alimentos en el mundo no están bien distribuidos por la falta de voluntad de las personas que tenemos acceso a ellos".

La campaña se centra en fomentar una producción sostenible, que respete el medio ambiente.