A sus 79 años, José Esperón subía la escalinata de San Martiño de Moaña con su bombo a cuestas, casi tan grande como él. La misa en honor a San Martiño, cantada por la Coral Moañesa, afilaba su recta final y la Banda Cultural de Barro era la encargada de interpretar el himno gallego, en el atrio, antes de la salida de las imágenes en procesión. Junto a ella, el secretario de la nueva comisión de fiestas, Manuel Uxío García, reconocía las dificultades para contar con una banda de fuera del municipio ya que era día laborable en muchos concellos y los niños de las agrupaciones no podían faltar a las aulas. Los músicos de Barro reconocen que ya habían acudido hace algunos años a esta fiesta de Moaña, que elogiaron. De hecho los furanchos tradicionales que se abren en este San Martiño son únicos de esta fiesta, declarada de Interés Turístico de Galicia. En la comarca sólo es comparable con la Romaría de Darbo, pero que se celebra en verano. Manuel Uxío García es un estudioso en la historia local y señala que la tradición de los furanchos viene de la costumbre inmemorial de tapar el vino de la casa, en el día de Todos los Santos, para su fermentación y se "afuranchaba" o agujereaba en San Martiño para probarlo.

Las fiestas son de reencuentro para los vecinos de Moaña en esta parroquia, que fue cuna del municipio y que ostentaba el gran poder religioso hasta la división parroquial en 1964, que trajo consigo la creación de la parroquia del Carmen. La celebración reunió reunir al clérigo de la comarca en la iglesia románica, con media docena de párrocos acompañando al titular de San Martiño, Manuel Barros, en los oficios religiosos.

Desde el Outeiro hasta el Cruceiro, con la iglesia en medio, ayer era un constante ir y venir de gente, de reencuentro de vecinos, de amigos, de familias...de ir de furancho en furancho. La fiesta cada vez es más grande y los furanchos se extienden ahora más allá de la antigua rectoral. La comisión dio autorización para 18 furanchos, de los cuales 6 están abiertos en bajos de casas lóbregas y el resto bajo cuatro carpas ya que la quinta, de más de mil metros cuadrados, se reserva para las orquestas.

A sus 80 años, esta fiesta es para Sabino Gómez "donde se ve a la gente mayor". Sabino se desplazó hasta San Martiño con su mujer María y seguía la misa sentado en el atrio, con Manuel, un vecino amigo. Él fue uno de los primeros conductores de Vitrasa y dice que le gusta esta fiesta, que es una de las mejores junto con la de Samertolaméu: "Se viene a comentar y también a beber algo de vino".

La fiesta también es un polo de atracción de la juventud que aguanta hasta las seis de la madrugada, como Tania Ríos y Noelia Álvarez. Ayer aseguraban que estaban allí de nuevo -a mediodía- "dándolo todo" y disfrutando en uno de los furanchos. También lo es para la clase política. Ayer acudieron, en representación de la Diputación, Digna Rivas y Javier Dios, acompañando en la procesión a los concejales de gobierno de Moaña Ezequiel Fernández y Salvador Meira y del PP estaban Vicente Verdeal y Jorge Santomé. En la salida de la procesión, aunque sin participar en los actos religiosos, estaba la alcaldesa, Leticia Santos, con las concejalas Coral Ríos y María Ortega.

Además de la diversión, San Martiño genera trabajo. En los furanchos trabajaban ayer decenas de personas, como en el de Suso Valverde, todos ellos "uniformados" atendiendo a los clientes. En su caso, lleva 16 años abriendo su furancho, en Cruceiro, y es de los primeros que se ven nada más llegar a la parroquia. Para estos días se abasteció con unos 1.000 litros de vino, 300 kilos de castañas y otros tantos de pulpo, oreja, costilla... Para ayer tenía encargados entre 30 y 40 cocidos para familias., con un precio de 12 euros por comensal. Suso Valverde tiene una gran mérito. Pese a estar sujeto a una silla de ruedas que le produjo un accidente como pintor, es un gran deportista de remo adaptado y un entusiasta del sabor tradicional de la fiesta de su parroquia, que intenta conservar en su furancho con un horno de leña de los de antes, y que es protagonista en el comedor. En torno al fuego, marina Pastoriza y Manolo Portela, clientes "vip" del furancho de Suso, comían castañas y oreja, con unas tazas de vino: "Nos gusta mucho esta fiesta y siempre venimos", aseguran.

En otro de los furanchos, Dauda, que es africano de Ghana y vive en Bueu, trabajaba asando las castañas que se vendían a 2 euros. Dice que "aquí se vive mejor...bueno, cuando hay trabajo".