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Una construcción sorprendente en Darbo (II)

La danza es una de las tradiciones más hermosas de esta parroquia que se recuperó tras una etapa en el olvido

El acto de inauguración de la romaría siempre es concurrido. // G.N.

La función del ritual religioso de danzar corría obligatoriamente a cargo de las cofradías y tenía su mayor brillo y notoriedad en el día del Corpus Cristi. Los pocos testimonios documentados sobre las danzas que disponemos datan del S. XVII. En uno de ellos, trata el pleito que los vecinos de Coiro inician contra "jueces, regimiento y procuradores de Cangas" ante las jerarquías "seglares y religiosas" de Compostela. Denunciaban los de Coiro que Cangas, abusando de su autoridad obligan por fuerza a que los danzantes de aquella cercana parroquia tengan que asistir "a la villa de Cangas los días de fiesta a hacer danzas así como otras obligaciones". Alegan que los citados danzantes no están "obligados a tal cosa y nunca lo hicieron". Por tanto piden a procuradores en Santiago que les representen en el pleito.

Fuera de nuestro ámbito territorial, algo parecido sucedía en San Miguel de Oia. En mayo de 1606, los vecinos presentan demanda y requerimiento contra el mayordomo de la cofradía Ntra. Sra. de La Misericordia obligándole con la mayor brevedad "buscase gaiteiro" pagado a costa de su bolsillo para hacer "la danza del Corpus Cristi". Resuelto el problema los danzantes actuarían como siempre lo hicieron pues "a ello están obligados" por tradición de "uso y costumbre". Añadían que si por esa causa u otra circunstancia llegase a faltar la danza, sea culpable el mayordomo Juan Hermida que deberá "pagar las costas y daños que se deriven" (Prt. 1007, folio 134).

El segundo de los testimonios data del año 1629. En el documento, se señala que "el gremio de panaderas y regateras de Cangas" pretenden recuperar de nuevo la tradición de danzar el día de Corpus Cristi, pues era práctica que se había perdido desde hace algún tiempo venía haciéndose desde "inmemorial costumbre". Los danzantes se comprometen a presentarse como antaño luciendo y "ataviarse de sus mejores galas de vestidos y joyas" como era tradición y de acompañar al Santísimo durante el acto religioso (2).

De su lectura se desprenden dos cosas: que esta vieja costumbre de danzar delante de las imágenes, a comienzos del S. XVII había caído en crisis y, por otro lado, quienes hacían gala de danzar son siempre mujeres.

En 1657, en el libro de cuentas de la cofradía" Santísimo Sacramento" de la villa hay un asiento donde se dice haber pagado a las" panaderas y regateras" 26 reales por haber danzado el día de Corpus Cristi. Lo mismo sucede en los libros de gastos de 1668 y 1669, donde se registra haber abonado partidas de reales a las danzarinas por "haber hecho danza en la procesión" del Santísimo.

En el siglo XVIII, se aprecia en este tipo de festividades una fuerte evolución. En efecto, en 1733 ya no hay referencia alguna al gremio de "panaderas y regateras", sino que por vez primera aparecen los "Danzantes de espadas" que sustituirán, al menos así se desprende de la documentación al gremio femenino (3).

En el olvido

El tiempo hizo que esta curiosa tradición cayese en el olvido y su desaparición tuvo lugar no solo en nuestra comarca sino en la totalidad de los pueblos costeros. Contribuyeron, en gran medida, las autoridades eclesiásticas, pues una de las preocupaciones de los obispos a partir del Concilio de Trento, fue la de dirigir cualquier celebración religiosa y poner fin a prácticas que se consideraban poco ortodoxas (4). Pero el golpe definitivo a su desaparición tuvo lugar en la primera mitad del pasado siglo XX; la danza quedó suprimida alegando ser motivo de atraso cultural, propio de clases muy poco cultas e ilustradas, carentes de todo dogmatismo religioso por cuyo motivo fueron rechazadas (5). En esa situación de silencio continuaron las danzas en los años posteriores a nuestra Guerra Civil desde 1940 al 1980 ó 1990, aproximadamente. Felizmente desde hace unas décadas se recupera de nuevo tan hermosa tradición en que el danzante masculino ya aparece incorporado al baile.

En cuanto a la incorporación del elemento masculino al ritual de danzar, podríamos fecharlo en pleno siglo XVIII, coincidiendo con el auge de las romerías, pues a nuestro juicio, y siempre a modo de hipótesis, diríamos que para períodos anteriores al S. XVIII, las mujeres eran las únicas protagonistas.

La romería

El "Día de Darbo", como así se le conoce familiarmente, es fiesta grande en honor a Nuestra Señora; la villa de Cangas se paraliza al completo: bares, tabernas y comercios echan el cierre, todo el vecindario está volcado en Darbo porque es romería importante y el Cristo de Cangas no deberá enfadarse al quedar en un segundo lugar ante la fama desbordada de su Santísima Madre.

"Santa María hay moitas, mentras que Virxen de Darbo hay unha sola"

Después de misa del medio día, tiene lugar la procesión y la danza, un rendido homenaje a Nuestra Señora a cargo de un grupo de bailarines de Aldán que engalanados de vistosos trajes y grandes sombreros floreados, danzan armónicamente acompasados.

"Nosa Señora de Darbo, vímoche a danzar

feita a promesa, imos xantar "

Los que hoy peinan canas recordarán aquellos años 50 del pasado siglo, cuando desde Cangas se llegaba al santuario andando a través leiras por el camino viejo de San Roque. Eran tiempos de mesura, estrecheces. Las madres de familia portaban sobre la cabeza, la cestilla con la empanada de xoubas o bacalao y vino del país para después de misa, extender mantel sobre alguna de las veigas lindantes a la romería. La banda municipal Bellas Artes de Cangas animaba la fiesta al medio día, por la tarde- noche, el baile se amenizaba con alguna orquesta ¿quién no recuerda a la orquesta Florida, Poceiro, Montes, Gran Casino, Florida, Chicos del Jaz?? ¡Qué tiempos!

Fotógrafo ambulante

Abundaban casetas de tiro al blanco con unas viejas escopetas cuyo cañón estaba disimuladamente torcido, todo el Campo de la fiesta estaba sembrado de puestos de vendedoras de rosquillas, melindres, golosinas, no faltaban los molinillos de papel de variados colores y un largo etcétera de tenderetes y tiendecillas ofreciendo toda clase de baratijas.

Queremos dedicar unas líneas a recordar a aquel fotógrafo ambulante que con su artilugio a cuestas acudía puntualmente a la fiesta. Traía al hombro una vieja " cámara de cajón" que los más atrevidos, muchos llamaban "máquina de fotografíar". El hombre, un viejo conocido, se instalaba siempre en el atrio al lado del cementerio, colocaba el artefacto de retratar sobre un trípode de madera y colgando bajo éste un cacharro con agua y?a esperar clientes.

Para diversión de los niños se habían montado " los botes y los caballitos", modestos tiovivos que carecían de motor que los impulsase, los empujaban aquellos rapaces que no tenía los cincuenta céntimos o la peseta para subirse al caballo de madera; más tarde, a tan generoso esfuerzo infantil el dueño les premiaba permitiéndoles dar alguna vuelta sobre aquellos caballos que no subían ni bajaban, sólo giraban en un interminable circunferencia. Luego, no tardaron los eléctricos en llegar, más modernos que alzaban y bajaban al noble animal simulando el galope.

La nota discordante a la fiesta la ponía siempre la rivalidad existente entre grupos de mozos, sobre todo entre los de Cangas y Aldán. Los primeros les provocaban llamándoles "Os do Molido", ofendidos los segundos, se armaba el escándalo a puñetazos. Lo que desconocemos es cómo enfadaban los de Aldán a los de Cangas. Afortunadamente estas cosas pertenecen al pasado.

Hoy, las cosas mucho han cambiado. Finalizados los actos religiosos del medio día, todo el entorno del llamado "Campo de la Romería" se llena de gentes que abarrotan las numerosas tiendas y tenderetes de lona que en improvisadas mesas, cocinas y asadores, impregnan la fiesta de olor a sardina asada, churrasco, chorizo criollo, tortilla? sin olvidar los platos estrella: el pulpo y la tradicional y sabrosa empanada. Ahora, los tiempos son otros. Actualmente, se viene al santuario en coche, ya casi nadie trae cestilla, en la fiesta hay abundancia de todo, si bien hemos de reconocer que las sabrosas sardinas (antaño humildes y abundantes) hoy, se han convertido en artículo de lujo, cada una vale su peso en oro.

(*) Profesor de Cangas

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