La Guardia Civil de Cangas estaba preparada. Los gitanos que acudían en sus coches para apoyar a su príncipe, Sinaí Giménez, se encontraban de bruces con un control de la benemérita en la rotonda de A Rúa. Era el Día de la República y la monarquía gitana gallega comparecía ante la Justicia. Los seguidores de Sinaí Giménez fueron llegando poco a poco a las inmediaciones judiciales. Lo hacían por los cuatro costados y sin aspavientos. No tomaron contacto con la realidad hasta que comenzaron a llegar los furgones y vieron bajar a sus líderes que, además, querían dejarse oír. Sinaí Giménez salió del vehículo policial gritando "zamoranos violadores". Era para sentir la voz de los suyos, que enseguida se escuchó con juramentos y extrañas maldiciones. Y mientras los guardias apuraban la marcha de Sinaí Giménez al juzgado, éste, que ya había oído a los suyos, pidió que, por favor, le subieran los pantalones, que se le estaban cayendo con la fuerza que hacían para retenerlo.

No asentaron tienda porque no imaginaban que las declaraciones iban a durar tanto tiempo. A medida que vieron que la cosa iba para largo comenzaron las visitas a los supermercados cercanos para avituallarse. La cafetería a la que acostumbran acudir los abogados estaba ayer ocupada por los "morones," que casi comparten mesa, sin saberlo, con la jueza de Primera Instancia e Instrucción de Cangas y varios funcionarios. De vez en cuando la inquietud y la ansiedad la lanzaba al viento. Era cuando le pitaban los oídos a los zamoranos con numerosas alusiones hacia ellos. Había gitanos que mentaban a todos los muertos de los "chivatos" y mujeres que realizaban extraños conjuros contra los presentes del otro lado de las vallas protectora. Y, de repente, se clamaba justicia, se reconocían como víctimas.

Esperaban las noticias de los abogados con ansiedad. Cuando uno de ellos salió para comentar que la matriarca se encontraba bien, fue recriminado. Una mujer gitana le recriminó que no hubiera pedido un habeas corpus para que la matriarca no tuviera que estar 48 horas detenida. El letrado se dio la vuelta y entró de nuevo en la sede judicial, sin realizar comentarios.

El pueblo de Cangas vivió bastante ajeno al operativo y prefirió vivirlo desde las televisiones de sus casas. Pero por la noche sí que la gente que reside en los edificios que rodean los juzgados salió a los balcones a presenciar el final de este "realty show" que duró toda una larga jornada y que tiene visos de continuar. Todo apunta a que lo de ayer fue el principio de una serie a la que le faltan muchos capítulos.