El desfile de ayer arrancó desde la ex colegiata a las ocho de la tarde y de forma un tanto caótica hasta concretarse el orden de los participantes en la comitiva presidida por la valiosa cruz procesional de plata y oro y el paso de la Santa Cena, grupo escultórico decimonónico tallado por el célebre artista Ignacio Cerviño que se adorna con productos naturales de la tierra y las primeras frutas de temporada. A su lado, los primeros devotos, sobre todo mujeres de edad avanzada que portaban candelas y cirios en señal de duelo u ofrenda, y también algunos niños de corta edad. A continuación se alinearon los pasos de la Oración del Huerto, la Flagelación (una composición de figuras del siglo XVIII) y la Virgen de los Dolores, bajo palio, cerrando la procesión con las autoridades religiosas y la banda de música Belas Artes.

A lo largo del recorrido, que comenzó en la calle Real para rodear la Alameda Vella por Eduardo Vincenti y girar frente a la estación marítima para retornar al origen bordeando la plaza de abastos, se apostaron miles de personas, entre 4.000 y 7.000, según los cálculos de las cofradías y de agentes encargados de velar por la seguridad y el orden en ese tramo urbano. La Policía Local cifró en cerca de un millar de coches los estacionados en el aparcamiento gratuito habilitado en terrenos de la unidad de actuación número 5 (Altamira) y varios centenares en otros puntos del centro del municipio, como la explanada de la lonja. Para franquear el recorrido tuvo que intervenir el servicio de grúa, que retiró varios coches y los trasladó hasta la explanada de Ojea, aunque no multó a los conductores. La circulación permaneció cortada entre la rotonda de Pedra Alta y el consistorio y se habilitaron desvíos alternativos bordeando el centro urbano.

"Hay que aprovechar la procesión de hoy, porque para mañana dan lluvia y nunca se sabe...", justificaba Carmen, una madre de familia que acudió en compañía de sus vástagos dispuestos a completar el recorrido a pesar de que la temperatura refrescaba con la caída de la noche. "Xa sabemos que isto non é o trópico, pero lévase ben", apostillaba uno de los legionarios romanos uniformados con ropas ligeras y sandalias de verano, aunque bien pertrechados con casco, lanza y escudo para cumplir las funciones que tenía encomendadas, al igual que varios niños bien dispuestos a seguir los pasos de sus mayores. También se hizo ver un nutrido grupo de niñas ataviadas con riguroso traje negro, mantilla y peineta en señal de luto por Jesús de Nazaret, en la víspera de su crucifixión y muerte.

La procesión se prolongó dos horas, que los costaleros aguantaron con estoicismo portando imágenes que, como es el caso de la Oración del Huerto, supera holgadamente la tonelada de peso y precisa de un equipo de 40 hombres para su traslado. La Dolorosa es portada por 28 costaleros, cifra que se reduce para otras imágenes de menor envergadura y articuladas, una de las señas de identidad de la Semana Santa de Cangas, declarada de Interese Turístico Galego y una de las más destacadas de la comunidad autónoma, junto con la de Viveiro y Ferrol. Todas esas imágenes permanecen expuestas al público en la excolegiata.

Respetar la tradición

Andrés y María, una joven pareja de Madrid, están entre los centenares de turistas que aprovechan estas fechas para visitar Cangas. Ayer tuvieron tiempo para volver a las Islas Cíes, "que nos encantan", y aunque no los mueve el fervor religioso sí se apuntan "a compartir tradiciones populares como esta", reconocen mientras degustan unas cervezas en primera línea de una de las terrazas de Eugenio Sequeiros. "Esto conlleva mucho trabajo, tiene mérito y no se debería perder", apostillan, aunque sugieren que esta tradición debería "modernizarse" y los penitentes desfilar sin capuchón, "una costumbre que parece extemporánea", opinan.