Tenía razón, como casi siempre, el maestro Tucho Perete. Bastaría con poner una vela a San Carozo para que no lloviera durante la ronda de las Pepitas y los Pepes. Pero es que ni una gota cayó en la etapa prólogo que sale de la Praza do Arco. El coro San José cantó abrigado de bufandas, guantes, sombreros y un centenar de personas. Lo hizo con dulzura, con ritmo de rumba y con un toque de acordeón. El director del coro cumplió su promesa. Dijo que si el alcalde de Cangas, Xosé Manuel Pazos, acudía a escuchar las serenatas tenía pensado dedicarle una canción con motivo de su santo y de su cumpleaños. Y qué mejor que "Serenata pequerrechiña" de Gianni Ferro, traducida por Henrique Harguindey, para la ocasión.

Pero el público no pudo resistirse al ritmo de la rumba Cachita, de Rafael Hernández, que la bailan hasta en el polo. Las caderas comenzaron a moverse y, de repente, ya sobraba ese café caliente o esa copa de aguardiente de hierbas, tan necesario para continuar la larga noche de canto. De la Praza do Arco, el coro seguido de sus numerosos fieles se dirigió a Casa Macillos y después a la Taberna do Jefe. Cada año aumenta el número de jóvenes músicos que se incorporan a este coro, lo que da una idea de lo enraizada que está esta tradición en Cangas.

Mal mercadillo

Malos tiempos para el mercadillo de Cangas. Unas veces los conflictos entre gitanos y otras el mal tiempo hacen imposible que los vendedores ambulantes se pongan al día. El de ayer era mercadillo extraordinario, uno de esos que el alcalde Xosé Manuel Pazos, había prometido para compensar la suspensión de los mercadillos por culpa del conflicto entre clanes gitanos. En teoría era un buen día: festivo local en Cangas que festeja a su patrona, la Virgen de Los Dolores, y buena parte de comercio local cerrado. Había oportunidad para hacer negocio, pero la lluvia impidió que los ambulantes se resarcieran de anteriores pérdidas. También estuvo abierta la plaza de abastos, que tuvo más éxito al estar resguardada de las inclemencias del tiempo.