Cierto que hubo menos concurrencia que en la primera edición. La fecha coincidía con otras marchas en distintos municipios del área metropolitana y, como apuntaba un miembro de la organización, "es imposible estar en todos los sitios a la vez". El año pasado, el número de ciclistas alcanzó el millar, cifra que se consiguió ayer juntando a los corredores de bici y a los participantes en la "andaina".

Pero eso no restó interés a la prueba. El sol hacía espectacular el recorrido y el carnaval aguantó hasta ayer para dar ánimos en la dura subida de Varalonga, donde una enfermera y un cura ni curaban ni daban bendiciones, pero extraían sonrisas. Paralelamente al evento deportivo también estaba otro más relajado: el de mercadillo solidario, situado frente a la plaza de abastos, donde todo lo que se recaudaba también iba destinado a la lucha contra el denominado síndrome de Angelman. Esos niños con una sonrisa perenne en la cara recibieron ayer todas las atenciones. Ellos eran los protagonistas de una carrera capaz de conmover.

La ruta ciclista y la "andaina" recorrió los montes de Darbo tras salir de la Alameda Vella, donde hubo tiempo para los abrazos y los saludos hasta que se dio la salida. Los cerca de 900 participantes en esta carrera pudieron disfrutar de lugares tan insospechados como la Piedra de Elefante y el Monte de Campás, desde donde se aprecia la villa de Cangas, que ayer se alzaba luminosa, para continuar después por Varalonga, lugar al que se accede, no si dificultad, tanto en bicicleta como andando, por un empinado camino. La andaina solidaria hizo parada y fonda al llegar arriba, donde el grupo de gaitas Ludovaina esperaba a los participantes. De allí se continuó por Gorgullón y se siguió ruta por las denominadas Furnas de Santa Marta, hacia Areamilla, atravesando el famoso túnel y también la zona de Massó. Fueron 12 kilómetros en total donde la primó la diversión, el compañerismo, el conocimiento de una enfermedad que Cangas está dispuesta a combatir, de una forma o de otra.