Ni los más veteranos asiduos a esta celebración recordaban ayer otro año sin el multitudinario desfile por los lugares de la parroquia de O Hío. "Ten chovido algún ano e o único que pasou é que nos mollamos", argumentaban a primera hora de la tarde Andrea y Pablo, dos jóvenes vistosamente disfrazados y con ganas de baile alrededor del pequeño palco artesanal levantado junto al emblemático cruceiro que se resistieron a abandonar hasta que un grupo de gaitas encabezó la comitiva para llevar la fiesta carretera abajo. Fue un gesto simbólico de unas decenas de incondicionales de esta celebración que no están dispuestos a dar al tiempo la tregua que la meteorología no les dio, aunque el ambiente distó bastante de las citas de otros años. "Lo mismo no va a ser, pero esto no acaba así y el sábado no faltaremos", anunciaban desde un trío de chicas ataviadas como avispas asiáticas mientras daban cuenta de un voluminoso bocadillo con el que coger fuerzas para la ruta.

La suspensión del recorrido por los barrios estuvo forzada por la lluvia y el viento que azotaron con intensidad en algunos momentos de la jornada, aunque para los más incondicionales "no era para tanto" y la decisión era "particular, pero non obriga", explicaba otro veterano con chistera abundando en que el carnaval de O Hío se rige por el latir de sus participantes y no por una organización al uso. "Aquí vimos a divertirnos e nós estamos cumprindo. A única diferencia é que somos menos que de costume", matizó.

Pero las diferencias eran algo más sustanciales. Bastaba desplazar la mirada hacia el atrio rodeado de vallas que deberían proteger el patrimonio histórico artístico de una previsible multitud que esta vez no llegó, o hacia la panadería próxima con las vitrinas repletas de suculentas mercancías a la espera de nadie, al igual que los puestos de rosquillas apostados en el estratégico cruce de viales destinado a servir de punto de avituallamiento donde reponer energías.

Aunque algunos asiduos se remontaban casi un siglo atrás para datar otra suspensión del desfile de Entroido en O Hío -"polo que recordo eu e polo que lles teño oído aos achegados", aclaraba- otros tampoco daban por hecho que lo de ayer fuera exactamente eso, una suspensión, sino una "versión reducida" provocada por la deserción de la multitud ante el mal tiempo. "Solo quedamos 40, pero somos los principales", defendía uno de los descolgados de la comitiva parafraseando un antiguo anuncio de un conocido programa de radio, al tiempo que anunciaba su disposición a no ceder ante las malas condiciones meteorológicas.

Desde diversos colectivos se divulgó la propuesta de volver a citarse en O Hío el sábado para hacer otra intentona y no desistir aunque el cielo no colabore. Y lo cierto es que los mapas del tiempo no son muy alentadores, pues las nubes, las flechas de viento y las gotas que anuncian precipitaciones son los símbolos que predominan sobre las rías. "Quien no quiera que no venga, pero sobran las excusas", argumentan los más fieles.

La noticia de que el recorrido por la parroquia no se iba a celebrar provocó algunas deserciones, como las de un trío de jóvenes de Darbo que regresaban caminando por el vial de O Viso antes de lo que tenían previsto, pero otros decidieron variar los planes y buscar fiesta en la vecina parroquia de Aldán. Fue el caso de Carlos y sus dos hijos, empeñados en no tirar la toalla antes de tiempo y que orientaron su GPS al calor de la fiesta, aunque tampoco fuera tan multitudinaria como de costumbre. A primeras horas de la tarde, unas 150 personas daban color a la carretera de Menduíña anunciando que Don Carnal todavía manda más que el hombre del tiempo.