La vida de José Eligio Otero Martínez, un joven de Bueu, sufrió un cambio brutal un día a principios del verano de 2011. Agentes de la Guardia Civil se presentaron en su puesto de trabajo, en una atracción de feria en Vigo, para hacerle una serie de preguntas que desembocaron en una acusación por una violación cometida casi dos años antes, el 1 de noviembre de 2009, en la comarca navarra de La Ribera. Todo pese a que José Eligio Otero no había estado nunca en Navarra ni en sus alrededores. La prueba incriminatoria eran sus supuestos restos de ADN en el colchón de la víctima, aunque tras ocho meses en prisión provisional a la espera de juicio, el contraanálisis solicitado por su abogado deshizo el entuerto. La Guardia Civil, tal como reconocieron los agentes por videoconferencia en el posterior juicio, se equivocó al etiquetar los frascos con esos restos de ADN, que en realidad pertenecían al marido de la mujer. La Audiencia Nacional acaba de condenar al Estado a indemnizar al joven buenense con 70.000 euros por un error que le llevó injustamente a la cárcel, que se suman a los 30.000 pagados inicialmente.

- ¿Cómo se encuentra ahora que la Justicia le ha dado la razón?

-Bien, pero he vivido una experiencia muy dura. Pueden pasar 50 años más que esta espina no te la quita nadie y el dolor sigue ahí. Estuve ocho meses en la cárcel por algo que no hice, donde los violadores no son precisamente muy apreciados.

- Cuando se confirmó el primer error, en marzo de 2012, le indemnizaron con 30.000 euros y ahora la Audiencia obliga al Estado a indemnizarle con 70.000 euros por daños morales, cuando usted pedía 177.000 euros. ¿Qué le parece la sentencia?

-Es completamente insuficiente. Me han roto la vida y me la han tirado por la borda. En su momento fueron muy rápidos para encarcelarme, pero ahora con esta sentencia el Estado no es nada generoso.

-¿Cómo recuerda el inicio de este embrollo judicial que se parece a "El proceso" de Franz Kafka?

-Le juro que al principio creía que era un programa de una cámara oculta. ¡Incluso mordí la placa de los agentes de la Guardia Civil para comprobar si era de verdad y les dije que si era una broma ya valía! Vinieron un día por la mañana a mi trabajo, me empezaron a hacer preguntas y luego me llevaron a comisaría para explicarme lo de la violación y las pruebas de ADN. No me lo creía: yo ni siquiera había estado en Navarra en mi vida.

-¿Cómo fue esa equivocación?

-Creo que tenían mis restos por un caso de una chica en A Coruña. La madre decía que la había forzado, pero había sido el novio. Luego la Guardia Civil se equivocó con las etiquetas de los frascos y pusieron la mía en el del caso de Navarra. De hecho, cuando me detuvieron estaba en busca y captura y yo lo desconocía.

- Usted defendió en todo momento su inocencia, pero resulta extraño que no se pudiese acreditar que en la fecha de la violación usted no estaba en tierras navarras.

-Hablé con alguna gente, pero les echaba para atrás lo de tener que declarar o ir a Navarra. Prefiero no decir nada. También tuve al principio abogados de oficio que me recomendaban que me inculpase y que así me reducían la pena. Me negué a eso porque yo no hice nada y no tenía nada que reconocer. Me salvó la intervención de mi último abogado, José María García Elorz, que creyó en mí y me defendió.

-Estuvo en la cárcel desde el 30 de junio de 2011 al 14 de marzo de 2012, entre A Lama y mayormente Pamplona. ¿Qué recuerdo tiene de esos meses?

-No hay nada que pueda pagar eso. Me chupé inocentemente ocho meses de prisión. Los violadores no son bien vistos en la cárcel y algunos presos me desafiaron varias veces...

- ¿Le desafiaron?

-Sí, grupos de tres o cuatro te retan a ir a las duchas a una pelea. Una manada contra uno solo. Lo evité siempre porque era inocente.

-¿Y la liberación?

-Un día me llaman para que baje a la recepción de la cárcel: me dicen que estoy libre, me dan mi ropa y ni un euro. Ni siquiera el dinero para comprar un billete de regreso a Galicia, algo a lo que estaban obligados. Fue un "sáfate como puedas".Tuve que ir andando al centro de Pamplona y llamar a mi abogado, que fue quien me pagó el regreso a Galicia.

-Esa excarcelación fue la consecuencia del contraanálisis solicitado por su letrado, pero después aún tuvo que celebrarse el juicio.

-Sí, unas semanas más tarde. Estaban la mujer, que no podía reconocer a nadie porque el violador iba completamente tapado; y por videoconferencia declararon los agentes de la Guardia Civil, que me pidieron perdón. Pero en su momento no tuvieron piedad conmigo. Mire, en la cárcel en lo único que pensaba era en suicidarme. Si me llegan a condenar me quito la vida. A la prisión venían un grupo de monjas para hablar con los presos. Yo iba con ellas a misa y creían en mí, me animaron a seguir luchando.

-¿Y ahora cómo afronta su futuro?

-No tengo trabajo. Me quedé sin el que tenía por culpa de esto y aún por encima luego me entero que mi jefa, que era una madre para mí, se murió. Ni siquiera pude ir a su entierro. Tengo que pensar bien lo que hago con el dinero, aunque le debo una buena mariscada a mi abogado [risas]. Mi idea es montar alguna empresa y tirar para arriba, pero hay que pensarlo muy bien. Y sobre todo, lo que quiero es que esto se sepa porque conmigo cometieron un error muy grande. Creo que si me vuelve a pasar algo así en la vida me suicido.