En la madrugada del viernes 7 de agosto, Samuel Aristizábal fue asaltado en la casa rectoral de San Pedro de Domaio. "Estaba en cama. Cuando desperté ya estaban dentro de casa. Recuerdo golpes y golpes y que me movían y me preguntaban". Así recordaba pocos días después el altercado el párroco de Domaio, tras recibir el alta hospitalaria. Cuando los asaltantes abandonaron la vivienda, el cura estaba atado de pies y manos sobre la cama. Casi tres semanas después, se produjeron las primeras detenciones. Pero a día de hoy todavía no hay explicación oficial que aclare lo ocurrido.

La casa rectoral, que sufrió numerosos daños en ventanas y puertas el día del asalto, ha sido reparada en las últimas semanas por varios vecinos. "Algúns traballamos e outros donaron cartos para mellorar algunhas cousas", explica uno de los voluntarios que colaboró en estos trabajos. Ahora, la puerta principal del inmueble está reforzada con una verja de acero. Mientras, el bajo todavía necesita más cambios.

Que Samuel Aristizábal no agradeciese a los feligreses su ayuda para mejorar la vivienda y no se haya puesto en contacto con ellos desde su marcha el pasado 17 de septiembre, todavía alimenta más la decepción personal de quienes se volcaron con él en momentos tan difíciles y que no tienen una mala palabra sobre el cura con respecto al tiempo que permaneció en la parroquia. Pero necesitan explicaciones.