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"Purificaba a las jóvenes y las ponía contra sus padres"

Exseguidores de Rosendo en O Morrazo comentan su influencia entre sus adeptos » Una hermana vive en Moaña y ejerce de curandera

Chalés en Oia donde tenían su actividad la Orden y Mandato de San Miguel Arcángel. // Adrián Irago

Las acampadas de Miguel Rosendo en Moaña debieron tener importancia en el eco que su orden tuvo entre las gentes de O Morrazo. No en vano, entre Cangas y Moaña se llenaban cinco autobuses cada vez que se peregrinaba a Fátima o a Lourdes a ayudar a los enfermos que se acercaban a estos templos marianos tan emblemáticos. Comentan exmiembros de esta congregación en O Morrazo que no fue fácil desligarse de Miguel Rosendo, destituido por el Obispado de Tui-Vigo al frente de esta orden. Aunque sucedían cosas extrañas, como el hecho de que cada cierto tiempo las personas más cercanas a él se fueran de la congregación, nadie podía creer que el fundador de la Orden y Mandato San Miguel Arcángel fuese un hombre de una conducta opuesta a la que predicaba. Ellos no quieren hablar de escándalos sexuales en la casa madre de Oia, prefieren esperar a que las fuerzas de orden y la Justicia actúen, antes de relatar historias que "poden poñer os pelos de punta", comenta un testigo morracense.

El recelo de los que hoy están fuera de esta congregación con tintes sectarios comenzó cuando comprobaron que muchas de las charlas que daba Miguel Rosendo en la casa madre de Oia estaban encaminados a poner a los hijos en contra de sus padres. "Les decía que ellas estaban purificadas y que sus padres eran unos demonios". Fue esto y otros comportamientos, como cuando comentó en una ocasión que había salido a orar de noche en plena lluvia, cuando las sospechas aumentaron. "Hubo quien le dijo que no había salido de su cuarto en toda la noche, porque él había estado pendiente de ello. Ante la evidencia, el replicó que aunque físicamente no había salido a la intemperie, sí lo había hecho su espíritu". Las sospechas aumentaron y un grupo de personas que veían como perdían a sus hijas y familiares decidieron contratar a una agencia de detectives. Antes, un cura infiltrado en la orden ya elaboró un informe que presentó al Obispo de Tui-Vigo, Jesús Quinteiro Fiuza. Ese informe fue entregado por Quinteiro Fiuza al Papa Francisco I cuando los cuatro obispos gallegos fueron recibidos en el Vaticano. De ahí salió ya la orden de expulsión de Miguel Rosendo de la congregación que había fundado". El informe elaborado por la agencia de detectives se puso después en conocimiento de la Guardia Civil y la Policía Nacional. Miguel Rosendo marchó a Madrid con un pequeño grupo de 27 seguidores.

Hay una especial relación entre Moaña y Miguel Rosendo, pero, de momento, se quiere guardar en secreto, como también lo que ocurría dentro de la denominada casa madre, construida con la ayuda de todos los fieles. Apenas se comentan algunas pinceladas que derivan a actividades sexuales entre el fundador de la orden y sus seguidores y seguidoras y que él consideraba esenciales para la purificación de las personas que pertenecían a la orden y que convivían en la residencia de Oia.

Sobre la financiación de la orden solo se desvela que Miguel Rosendo fue un hombre que ganó mucho dinero cuando ejercía de curandero en el barrio de San Juan, en Vigo, detrás de Carrefour, y después en el Calvario, donde regentaba además una herboristería. Los seguidores pagaban una cuota mensual de diez euros al mes. Pero había otras fuentes de financiación, como donativos y otras formas que, de momento, prefieren que no se divulguen. Recuerdan que hasta su consulta de Vigo acudían gentes con mucho dinero, diagnosticadas de alguna enfermedad incurable a la que entregaba remedios y fórmulas mágicas.

"Era un hombre piadoso, que hablaba muy bien y que predicaba siempre la paz y la ayuda a los demás. Estábamos en el Cristo de la Victoria, en la procesión del Carmen de Moaña, en Fátima, en Lourdes, acudimos a hacer cordones a Santiago cuando el Papa Benedicto XVI vino a Santiago de Compostela. No podíamos imaginar que se corrompiera de tal manera. Ni las canciones que aparecían escritas por él era suyas. Las hacía una seglar que tocaba la guitarra y residía en la casa grande.

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