La última investigación del historiador y arqueólogo vigués Ramón Patiño Gómez rompe moldes. Con el título Los Tesoros de Rande. (Relato de las expediciones realizadas para el rescate de las riquezas de la flota hispano-francesa derrotada en la batalla de Rande), más que un libro al uso representa un definitivo y detallado informe que desmonta algunos de los mitos sobre la famosa contienda naval ocurrida el 23 de octubre de 1702. Apoyándose en documentos del Archivo de Indias y del Archivo Nacional de la Marina Francesa sorprende con afirmaciones como que el legendario galeón que se supone yace sumergido frente a Cíes no es el Santo Cristo de Maracaibo, sino el Nuestra Señora de los Remedios; y que nada quedaría de valor en sus bodegas, y mucho menos el cargamento de oro o plata que tanta atracción ha despertado entre empresas cazatesoros. "Esto es una deducción a partir de la afirmación que figuraba en algunos textos antiguos de que el buque iba cargado, pero ninguno detalla el cargamento. Se trata de deducciones de los primeros historiadores. Y a partir de ahí creció el bulo", asevera. Más allá del estrecho de Rande, las aguas tampoco ocultan, según prueba Patiño, riquezas o piezas que merezcan su rescate o conservación. "Los españoles tuvieron un mes para llevarse lo que había de valor en los barcos. Y los restos todavía sumergidos carecen de entidad para restaurarlos y están muy destrozados", sostiene.

En la obra que presentará en el Museo del Mar a las siete de la tarde del próximo jueves, coincidiendo con el 312 aniversario del episodio bélico en la ría, Patiño -miembro del Instituto de Estudios Vigueses y más de la mitad de sus 61 años dedicándose a argumentar la historia más antigua de Vigo y su entorno a través de restos sumergidos y excavaciones- dedica varias de las 188 páginas al Santo Cristo de Maracaibo o como él prueba, el Nuestra Señora de los Remedios. En documentos que recoge en su obra correspondientes a 1703 y 1704 consta que la "presa" del Monmouth -el galeón inglés que remolcaba al español en su salida de bahía- pertenecía a Pedro Méndez. Este español, según figura en el Archivo de Indias, era el propietario del Nuestra Señora de los Remedios, y no del Maracaibo. Patiño atribuye la errónea identificación del galón de Cíes al primero en llamarlo así en 1955: el joven Robert Stenuit, uno de los participantes en la más célebre de las expediciones en busca del supuesto tesoro. "Y John Potter [máximo accionista y gerente de una nueva sociedad creada para explorar el pecio] lo repitió en 1958. Pero curiosamente tanto uno como otro, durante la exposición 'Arde el mar' organizada por Zona Franca confesaron en varias entrevistas que no sabían si se llamaba así el galeón o de otra manera. Le llamaron Maracaibo porque les gustó", interpreta el historiador.

Los Tesoros de Rande -escrito con la colaboración de Yago Abilleira Crespo- reproduce lo que se llevaron los 800 tripulantes ingleses de las dos fragatas que se acoderaron al Nuestra Señora de los Remedios durante las seis u ocho horas que tardó en hundirse al chocar contra unos bajos. "Nadie se cree que tantos hombres se cruzaran de brazos viendo cómo se hundía y no cogiesen los sacos de monedas y lingotes. Lo que sucedió es que al hundirse fue la disculpa perfecta para decir al llegar a Inglaterra que todo lo de valor que había en su 'presa' se había ido al fondo. Así las autoridades inglesas no investigarían si la gente se había quedado con objetos de valor", argumenta. Por tanto, según este estudio, el bulo, la falacia en torno al valioso cargamento que se llevó al fondo del mar, partiría de sus primeros saqueadores. A partir de ahí la leyenda creció hasta como hoy la conocemos.

Con rotundidad e insistencia, el arqueólogo e historiador sentencia: "No hay ningún documento que indique lo que cargó el Nuestra Señora de las Remedios. Simplemente, en las fuentes documentales, en los textos figura que llenaron uno de los galeones más grandes. Pero eso es como no decir nada. Claro, como decían que iba cargado, pues se supone que de muchas cosas. Sí parece ser que llevaba 110 cañones de bronce, pero también los cogieron los ingleses".

Además de mantener que el pecio estaría vacío de metales preciosos, Patiño indica dónde podría encontrarse. En este caso coincide con Enrique Lechuga, de la Fundación Iberoamericana para el Fomento de la Cultura y las Ciencias del Mar (Fomar), quien participó en la exploración de estas aguas en 1991 con motivo del quinto aniversario del descubrimiento de América. "Parece estar a 79 metros de fondo al sur de Cíes. Por aquí también rondó el buque cazatesoros John Lethbridge en 2007, pero no llegó a actuar sobre el pecio, imagino que porque la inversión sería más cara que el rendimiento que iban a sacar", razona el vigués.

La flota cañoneada en Rande llegó de las Américas con las bodegas cargadas de mercancías, algunas muy valiosas como oro y plata, y otras igual de relevantes para aquella época por no existir en Europa productos como el añil, la grana, vainilla, azúcar o patata. Pero Patiño recuerda que desde el día en que llegaron los ingleses -el 22 de septiembre- hasta que ocurrió la batalla -23 de octubre- transcurrió un mes. Tiempo suficiente para que los españoles descargasen 10 o 15 barcos, o lo que es lo mismo, para que pusiesen a buen recaudo lo más valioso. Para reforzar esta tesis menciona en su libro una relación elaborada por los ingleses que cifra en dos toneladas de plata lo conseguido en la batalla en Vigo. "Mientras que a Segovia los españoles habían llevado, procedente de Vigo, cerca de 300 toneladas. Esto prueba que la descarga fue muy efectiva. Que se consiguió llevar a tierra durante ese mes muchas de las riquezas que trajeron por mar los galeones".

Restos desechos

Por esta razón, ni el Remedios hundido en Cíes ni el resto de galeones hundidos alrededor de la isla de San Simón, entre ellos, el Santo Cristo de Maracaibo, como defiende Patiño, albergarían demasiado valor. ¿Merece la pena rescatar alguno para restaurarlo y hacerlo visitable, como el Vasa en Suecia? "Los restos que hay en Rande no tienen entidad como para eso. Valdrían para conocer cómo se construían los barcos en aquella época, y poco más", contesta abriendo la posibilidad a futuras investigaciones enfocadas hacia esa vertiente.

En concreto, el arqueólogo calcula que permanecen en esas aguas en torno a 400 los cañones, aunque al estar en su mayoría fabricados en hierro, por el rápido proceso de oxidación que sufre este material al contacto con el agua y a tan poca profundidad, hoy estarían totalmente degradados. Tampoco hay pecios completos, como ya demostraron expediciones como las de Javier Luaces y Cristina Toscano. Quedan secciones de barcos, piezas de sus estructuras como quillas, aunque desechas por completo.Ni siquiera mucha madera. Hasta los tablones de estos legendarios buques fueron subastados en Cesantes al año de suceder la batalla o se emplearían incluso para hacer em 1920 un muelle en el puerto de Vigo. Ante este desolador balance, Ramón Patiño concluye: "El verdadero valor de la batalla de Rande es lo que ocurrió y lo poco que se conserva".

Ramón Patiño detalla en su libro hasta 75 expediciones que se llevaron a cabo en la Ría de Vigo, desde 1702 a 2011, en busca de los supuestos tesoros ocultos en los galeones destruidos en la batalla o sólo para investigar lo que quedaba de estos barcos.

Sobre estas últimas, como la desarrollada en 2011 por Javier Luaces con apoyo de la Xunta, y otras de índole científico llevadas a cabo previamente, el autor muestra un profundo respeto. En cambio, las que únicamente buscaban los metales preciosos reciben una mención especial ya en la introducción de Los Tesoros de Rande que permiten comprender por qué se refiere a ellas como una auténtica "estafa". La que a juicio de Patiño empieza a fraguarse con la primera publicación sobre Rande en 1873. Editada por Hippolyte Magen para dar a conocer los trabajos que su empresa había realizado con intención de conseguir los tesoros que supuestamente se encontraban en Vigo, el historiador vigués asegura que "este libro está lleno de inexactitudes provocadas con la intención de hacer atractivas las expediciones de rescate y conseguir así accionistas que aportasen la financiación. Por tanto obvia algunos aspectos, mezcla datos en la parte histórica y se centra en el tesoro". Otro ejemplo de fraude apuntado por Patiño lo protagonizó Ernest Bazin en 1871. La compañía que creó, la Sociedad de Salvamento de los Galeones de Vigo, "se puso durante muchos años como ejemplo de estafa y mala inversión".