La escuela infantil pública A Galiña Azul de Bueu tiene desde hace unas semanas unos nuevos inquilinos, además de los 59 niños y niñas de 0 a 3 años y sus profesores y cuidadores. Son Artur y Cocorico y ellos pueden sentirse de pleno derecho miembros de la comunidad escolar. Son dos polluelos que nacieron hace poco más de un mes después de permanecer durante varias semanas en una incubadora construida por los propios padres de los alumnos y que ya forma parte del material educativo imprescindible del centro. Estos dos nuevos alumnos de A Galiña Azul acaban incluso de estrenar su nuevo hogar hasta fin de curso, un coqueto gallinero situado en el recinto de la escuela y al lado de la pequeña huerta que los propios alumnos se encargan de cultivar y atender con la ayuda de los profesores.Allí hay fresas, coles y dentro de muy poco millo corvo.

Esta iniciativa va más allá de la pura anécdota, como explica el director de la escuela, Daniel Gutiérrez. En el curso 2010/2011 el CEIP O Hío les prestó por primera vez su incubadora para que los niños pudiesen ver de cerca este proceso. La experiencia resultó tan buena que para el curso siguiente fue el padre de un alumno de la escuela de Bueu quien construyó una incubadora para el centro y otro, el ilustrador Marc Taeger, se encargó de decorarla. Él precisamente acababa de ilustrar el cuento "Cocorico", una historia infantil sobre un polluelo escrita por Oli. El curso pasado la experiencia se repitió y este año fue a más con la construcción de un gallinero. "Para os nenos é unha forma de xenerar experiencias significativas a través da observación e a acción, descubrindo o milagre da vida e do nacemento coa incubadora e creando un espazo atractivo e disposto para a experimentación e o contacto coa natureza", explica Daniel Gutiérrez. Éste es precisamente uno de los aspectos en los que más se hace hincapié con este proyecto: fomentar la relación de los más pequeños con el entorno más cercano que les rodea. "Os nenos estaban moi pendentes de todo o proceso e o tiñan perfectamente controlado, para eles foi moi enriquecedor", insiste.

En la iniciativa se volcaron los propios niños, el personal docente, los padres y madres, el Concello de Bueu y hasta la señora de la limpieza, que durante su horario de trabajo tuvo que "asistir" el nacimiento de algunos de los polluelos. En total nacieron cuatro, pero sólo dos, Artur y Cocorico, permanecen en la escuela y desde hace unos días disfrutan de su nueva casa, un gallinero anexo a la huerta. Los nombres de estos dos nuevos inquilinos no son casuales: Cocorico es un homenaje al cuento de Oli, mientras que Artur hace referencia a otro cuento de Marisa Núñez. Al acabar el curso los dos serán sorteados entre los alumnos, que se los llevarán a casa y seguirán con su cuidado. Y el próximo curso, volverá a iniciarse un nuevo ciclo de la vida en la Escola Galiña Azul.