Uno de los últimos tesoros del Museo Massó fue el redescubrimiento de que en sus instalaciones estaban los restos de una antigua salazón, la Salazón Piñeiro y que databa del siglo XIX. En los últimos meses preparó y acondicionó un espacio que desde hace unos días es visitable, aunque con algunas limitaciones.

Los visitantes pueden acceder a través de la planta baja de una de las casas marineras con fachada a la Avenida Montero Ríos y acercarse hasta el patio donde estaban los pilos en los que se depositaba el pescado en salmuera. El acceso a ese patio de momento no es posible, pero es perfectamente visible a través de una puerta cristalera y se incluyen dos paneles sobre la historia de esta salazón y sobre los orígenes de la industria salazonera, vinculada a los empresarios catalanes.

Esta salazón fue adquirida por los Massó en el primer tercio del siglo XX y parece que decidieron usar este espacio como una suerte de almacén para la anchoa. Años más tarde las dos hileras de pilos fueron cubiertas con cemento y los restos de la antigua salazón cayeron en el olvido de casi todos. Fueron los recuerdos de algunos antiguos empleados los que animaron a la dirección del Museo Massó a levantar el suelo de esta zona, que se empleaba como almacén, y sacar a la luz los vestigios de esta industria.