Su queja fue una de las casi 18.700 que atendió el Valedor do Pobo en 2013 y que figura en el balance que acaba de presentar en el Parlamento. También fue uno de los más de 200.000 visitantes que recibieron las islas Cíes en 2012. Pero su caso, que pudiera esconderse entre tantas miles de cifras, es más que pura estadística. Manuel García, es vecino de Vigo, padre de familia, y antes de que su distrofia muscular le obligara a depender de una silla de ruedas, solía coger el barco en su ciudad para acudir a las ferias a Cangas. En ese momento podía caminar con muletas. "Me gusta hacer la vida como los demás", asegura Manuel García. Y fiel a su fillosofía, se animó a participar, en el verano de 2012, en la excursión de las asociaciones de vecinos de Vigo al Parque Nacional de las Islas Atlánticas.

Señala que se enteró de esta actividad en la Asociación de Vecinos Curva de San Gregorio, de la que forma parte, como vecino de la calle Tomás Alonso. La propia asociación le animó también, sabiendo que se había instalado un nuevo pantalán en las islas Cíes y que todo apuntaba a que estaba adaptado para las personas con movilidad reducida. Incluso llegó a preguntar antes si podría acudir con la silla de ruedas y no le plantearon problemas.

Pero cuando llegó el momento de subir al barco -era uno de los cruceros de Nabia- surgió ya el problema en el propio muelle de Vigo debido a la separación del barco con el pantalán que las personas sin discapacidad salvan bien con un pequeño salto bajo la vigilancia y ayuda de las tripulaciones. Pero ese pequeño salto, de solo unos pocos centímetros que es lo que marcan las ruedas neumáticas que hacen de defensa para el barco, fue frustrante para él. Manuel García no pudo acceder al barco con su silla de ruedas. La tripulación la metió en el barco y a él en volandas: "Con 39 años, te frustra que te cojan con todo el mundo viendo, aunque no tenga problema de que me miren". Pasado este problema, pensó que ya no tendría más, pero se repitió al llegar a las Cíes y en el regreso, dejando constancia de su malestar cuando accedió al barco con sus propios medios, de rodillas: "La gente me decía que pritestara, que era una humillante. Y es que las personas que estamos así no queremos ayudas, sino valernos por nosotros mismos.Para eso los servicios tiene que estar adaptados".

Reconoce que gracias a las humanizaciones que se han hecho en Vigo, él puede desplazarse en su silla desde Bouzas hasta el Calvario, gracias a los accesos en las aceras. Añade que se han conseguido muchos avances en la ciudad, con centros comerciales con ascensores, con comercios con rampas...en el caso del transporte marítimo "se podría solucionar con una pasarela con ruedas como las que tiene Renfe en los trenes". En su día, nadie le ofreció una pasarela en el barco o por lo menos entendió que no la tenían. Recuerda que, pese a todo, pasó un día inolvidable en Cíes, si bien no pudo subir hasta el faro, con el resto de los excursionistas porque el camino no tiene el adoquinado adecuado para personas con movilidad reducida.Cree que podría tenerlo.

Ayer por la tarde, Manuel acudía a sus clases de informática que, como voluntario, imparte a mayores en la asociación Curva de San Gregorio.