Su última esperanza está depositada en la Justicia. El destino quiso unir en la lucha a los matrimonios formados por Carmen Calvar y Ricardo Iglesias y Leoncio Diéguez y Francisca Santomé. Ambas parejas son afectados por las preferentes y subordinadas de Novagalicia Banco y optaron por llevar su caso por la vía judicial ante la indisposición para manifestarse en la calle o esperar a la llamada de un sistema de arbitraje ralentizado por el aluvión de demandas. Reconocen que al rozar o sobrepasar los ochenta años las fuerzas flaquean, pero defienden con tenacidad sus ideas. "Fuimos estafados, la Justicia tiene que verlo", explican.

El pasado miércoles coincidieron en la puerta del Juzgado de Cangas, donde celebraron sus juicios para reclamar a la entidad Novagalicia Banco los ahorros de toda una vida de trabajo y sacrificio. Los matrimonios confiesan que durante la celebración del juicio estaban "nerviosos", al igual que los días posteriores. "No sabemos qué va a pasar, queremos confiar en que todo irá bien pero siempre tienes ese miedo a que las cosas no salgan como esperas", confiesan. La tensión no desaparece de sus rostros cuando recuerdan que sus ahorros todavía siguen atrapados en productos de riesgo que fueron vendidos como un plazo fijo. "Es muy duro ganar el pan, ahorrar un dinero y ver cómo se queda atrapado en un banco, te sientes impotente y engañado", lamentan.

Durante la celebración de los juicios de ambos matrimonios declaró como testigo el que fue su director de confianza. Se sienten satisfechos con sus palabras, ya que reconoció que las parejas de Moaña "son ahorradores" y no inversores. Desconocen si la aclaración servirá para algo a la hora de dictar sentencia, pero sirve para calmar las heridas de una confianza dañada. "Éramos clientes de toda la vida, nos conocían de sobra y ahora estamos así, sin nuestro dinero y estafados", indican.

Meses después de descubrir que eran miembros de la larga lista de damnificados, explican que a la hora de firmar el contrato se cometieron muchas irregularidades que fueron expuestas durante el juicio. Sin embargo, hace años no concebían la posibilidad de desconfiar de Novagalicia Banco. "Era nuestro banco de toda la vida, donde depositamos nuestros ahorros y con el que siempre trabajamos, era imposible pensar semejante cosa. Ahora conocemos a mucha gente que está como nosotros", explican Ricardo Iglesias y Carmen Calvar. Sus compañeros de lucha, Leoncio Diéguez y Francisca Santomé, también mantenían una estrecha relación con los empleados de la entidad y, a día de hoy, no asimilan la envergadura de su engaño. "Nos llevábamos muy bien con ellos, no comprendemos qué pudo pasar para que nos metieran nuestros ahorros en preferentes y subordinadas", aclaran.

La mejor vía

Explican que antes de la celebración del juicio buscaron mil respuestas a su situación e intentaron consensuar con sus hijos la mejor vía para recuperar los ahorros. Sabían que su salud y sus fuerzas no les permitirían estar en la calle y confiesan que después de una vida laboral plena "lo que buscas es tranquilidad".

Finalmente, ambos matrimonios coincidieron en el juzgado de Cangas y, a día de hoy, mantienen viva la llama de la esperanza. "Ojalá ganemos", sentencian.

Al igual que sus vecinos, cada día ven como los miembros de la plataforma se manifiestan en las puertas de Novagalicia Banco y organizan diversas manifestaciones para mantener activo el sistema de arbitraje. Reconocen que los laudos de Consumo son un buen cauce para solucionar el "corralito", aunque la espera es demasiado larga y angustiosa para personas de avanzada edad. "Estás en tensión continua, con nuestra edad no puedes estar preocupándote por una llamada que llegará o no, elegimos la opción que mejor nos venía y más recomendable para nuestros casos", matizan.

Son conscientes de que su decisión de optar por la vía judicial sin apenas referentes fue valiente y, en caso de que el veredicto sea favorable, supondrá la apertura de una nueva puerta para el resto de afectados que siguen luchando sin tregua después de un año y medio en la calle. "Se me parte el alma cada vez que veo a los afectados en la acampada, es muy triste que personas mayores o trabajadores tengan que estar en la calle después de ser engañados", coinciden ambas parejas.