Durante el período bélico (1808- 1814) de la Guerra de Independencia, nuestro comercio marítimo de la salazón, tuvo que afrontar graves contratiempos para transportar su sabrosa mercancía a los principales puertos del Mediterráneo.

Esta es la historia de una de estas embarcaciones que tuvo por escenario los últimos momentos de la guerra donde nuestro comercio de cabotaje es acosado por cosarios franceses y pone de manifiesto la aparente y poco fiable alianza mostrada por los ingleses.

El protagonista de este episodio será el bergantín "Nuestra Señora de Begoña".un tipo de embarcación que por sus características era el más empleado por nuestros fomentadores para el transporte del salazón.

El bergantín había llegado al puerto de Aldán (Ayuntamiento de Beluso) en enero de 1812, fletado por el fomentador catalán D. Francisco Genaro Ängel. En ese año, contabilizaba Aldán con otras dos fábricas más, la de D. Ramón Carrera y D. José Antonio Curbera

A bordo del bergantín se embarcaron un total de 119 barriles o cascos conteniendo cada uno sardina salada por el moderno sistema catalán de prensado. Para mayor rentabilidad del flete, se decidió completar el embarque con partidas de los otros dos fomentadores citados.

Las instrucciones dadas al capitán José A. de Garamendi eran descargar parte de la sardina en Alicante y de allí, por vía terrestre, llegar al mercado de Madrid, el resto, seguiría rumbo al puerto de Villanueva de Sitges (Barcelona) donde debía rendir viaje

El bergantín "Nuestra Señora de Begoña", partió de Aldán a primeros de enero de 1812 rumbo al Mediterráneo. Tras varios días de navegación arribaron al puerto de Alicante. Dos días permanecen en puerto. Al amanecer del día siguiente de haber salido de Alicante, una embarcación corsaria francesa le sale al encuentro; desde la corsaria, un disparo de aviso a proa hace que se detengan, le abordan y el francés le comunica que navío y cargamento están confiscados. Los franceses registran a fondo el bergantín llevándose el importe de lo recaudado en Alicante y todo cuanto se les antoja al extremo de dejarlos sin víveres.

En plena faena de saqueo, uno de los franceses da la alerta señalando que a lo lejos se divisa un navío que venía rumbo a ellos. Los corsarios no tardaron en descubrir la silueta de una corbeta de guerra portando pabellón inglés. Cunde la alarma, esperan a que se aproxime para observar su capacidad ofensiva. Por medio de catalejos contabilizan hasta treinta y dos cañones que porta el inglés. Evaluada la situación, el enfrentamiento sería inútil, su inferioridad es evidente. Los franceses optan por huir a toda vela. No tardaron mucho los británicos en aproximarse al "Begoña", los de a bordo se tranquilizan, son aliados y Sitges está a pocas millas.

Poco sabían nuestros compatriotas el "vía crucis " que les esperaba. Los ingleses a pesar de reconocer que eran españoles por la bandera que enarbolaban, les abordaron bajo el pretexto de hacer un registro. Garamendi, que así se apellidaba el capitán, les enseña confiado la documentación, todo está en regla.

Los españoles creyéndoles fieles aliados, esperan que ahora podrían navegar seguros bajo su protección a Sitges como era su deseo. No sucedió así, los británicos les obligaron a seguirles siempre bajo la excusa de darles protección. Tras una larga navegación los conducen hasta la isla de Sicilia donde les dejaron abandonados

Pasa el tiempo, mientras tanto en Aldán no hay noticias del bergantín, transcurren los meses, hace ya un año y nada se sabe de su paradero. Se hacen gestiones ante las autoridades. La tediosa lentitud de los juzgados, debido a la guerra, es desalentadora. Ahora hace ya dos años que partieron. Por fin las gestiones dan fruto. En enero de 1814, llega un comunicado a través de los Tribunales de La Coruña acerca de su paradero enviado por el consulado español en aquella isla.

Los fomentadores de Aldán a partir de ahora, se enfrentan a una ardua labor burocrática tratando de recuperar mediante cartas de poder a Procuradores para que acudan a aquella isla, reclamen el barco y la carga de sardina o lo que quede de ella.

La pérfida Albión

La aventura acaecida al bergantín Begoña no es un caso aislado. La documentación de este período registra numerosos testimonios de la malquerencia y gestos poco amistosos que acreditan hasta la saciedad la animadversión y poca fiabilidad británica.

Amigos como estos, Dios no lo permita. Si bien es cierto que pelearon a nuestro lado contra los franceses en esta contienda, lo hicieron por necesidad y pura conveniencia, Napoleón amenazaba invadir sus amadas Islas.

Si ojeamos nuestra Historia, comprobaremos que los británicos nunca jugaron limpio, al menos con nosotros. Los ingleses, desde el Siglo XVI, fueron una garrapata en nuestro comercio con América. Atacaron sin piedad aún en períodos de paz nuestra Flota de Indias con clara intención de robarles los productos que traían.

Para concluir, una de sus últimas perradas:

En 1860, reinando Isabel II, España se ve envuelta en guerra con Marruecos. Los ingleses se oponen, temerosos de que España se apodere del Estrecho, ponen una serie de trabas a nuestro Gobierno entre ellas la reclamación de una cuenta pendiente, el pago de 23 millones de pesetas bajo el pretexto de habernos prestado ayuda en la Guerra de Independencia (la que hoy cuestionamos).

No suficiente satisfechos, impusieron otra condición, la firme promesa que tomada la plaza de Tánger, España no la retendrá, así como ni ninguna otra plaza importante, quedarán libres. España no tuvo más remedio que doblegarse a sus exigencias.

Teniendo amigos como estos no necesitamos enemigos. Alguien dijo que Inglaterra no era Europa sino "un buque fondeado frente a sus costas"

Por último diremos que el famoso grano en el trasero lo tiene España con el Peñón de Gibraltar, foco de contrabandistas, paraíso fiscal, blanqueo de dinero y continuo toca? narices a los pobres pescadores andaluces.