Las incógnitas más importantes sobre el cráneo hallado en septiembre de 2011 en una finca de Bueu parecen finalmente cerradas. La investigación se cierra con dos conclusiones. La primera es que los restos encontrados no presentaban signos de violencia, tal como en un principio se llegó a sospechar. La segunda es que tras los análisis de ADN se ha comprobado que no se corresponde con ninguna persona desaparecida.

La calavera apareció cuando una brigada del antiguo Grupo Municipal de Intervención Rápida (Grumir) realizaba labores de desbroce en el entorno del lavadero de Cividade y al parecer los restos humanos, que inicialmente los operarios confundieron con una roca, procedían de una finca colindante. El cráneo fue enviado al Instituto de Medicina Legal de Galicia (Imelga) y en principio se barajó la posibilidad de que hubiese una herida ante mortem (previa a la muerte). Por esa razón el Juzgado de Marín ordenó a un equipo de la Policía Judicial de la Guardia Civil de Cangas realizar una nueva inspección en el lugar, aunque sin nuevos resultados. Hace unos meses las investigaciones ya adelantaron que la presencia de signos de violencia quedaba descartada, pero seguía sin aclararse si los restos se correspondían con alguna persona desaparecida.

En el Imelga lograron extraer ADN del cráneo, unas muestras que fueron enviadas a Madrid para ser cotejadas con los datos del banco de desaparecidos y cuyo resultado fue negativo. La extracción de ADN de los restos óseos fue compleja debido a la antigüedad de los mismos, que fuentes cercanas a la investigación cifran entre 10 y 20 años. Los análisis realizados también confirmaron que el cráneo pertenecía a un varon de una edad avanzada.

Así las cosas, la única incógnita que todavía resta por despejar es cómo llegaron estos restos humanos a la zona, una cuestión que las fuentes consultadas admiten que tiene difícil resolución. Las hipótesis son variadas, desde que el cráneo fuese llevado hasta el lugar por algún animal o que alguna persona limpiase un nicho familiar y que posteriormente arrojase los restos en un lugar apartado, como la finca en cuestión y que se encontraba completamente a monte.