A los 17 años marchó embarcado y fue a los 40 cuando le surgió la posibilidad de trabajar en las Malvinas. Era la fórmula de poner punto y final a la vida de marinero. No lo hizo del todo, porque su profesión le ligó al mar para siempre, pero pisaba todos los días tierra. "Fui buscando una oportunidad y la encontré", dice Antonio Cordeiro que pasó las navidades en Cangas. En el mes de enero estuvo tomando café con el alcalde de Cangas, José Enrique Sotelo, al que le une una buena amistad.

Fue en 1988 cuando Antonio Cordeiro se marchó a vivir a las Malvinas, aceptando la oferta de la Cooperativa de Armadores de Vigo. Primero fue solo y después llevó a su familia. A su primera esposa, natural de León, le costó más acostumbrarse al paisaje y al paisanaje de estas tierras. Tras enviudar, se casó más tarde con la maestra británica de las islas. Asegura que la vida en el archipiélago es sencilla y difícil "Está lejos de todo y no se puede ir a ningún sitio sin gastar mucho dinero. Yo soy de un pueblo pequeño y no necesito de una gran ciudad", comenta desde la perspectiva que le dan esos 65 años, con la jubilación a la vuelta de la esquina.

"De repente, recuerda el motivo de la entrevista e insiste: "tendría que estar borracho para votar que no a la soberanía británica sobre las Malvinas". Pero con todo, Antonio Cordeiro piensa vivir en Aldán tras su jubilación. Allí construyó una casa, aunque según los que le conocen bien no quedará desconectado del todo de su trabajo en As Malvinas. Su hijo puede ser el último gallego en las Malvinas.