Las casetas de los marineros de Cangas vuelven a ser un ejemplo de despilfarro de dinero público en época de crisis. Pese a las advertencias de que la alternativa propuesta por los arquitectos no iba a funcionar, Portos de Galicia atendió las recomendaciones de Jesús Irisarri y Guadalupe Piñera y decidió invertir 36.000 euros en poner fin al insoportable ruido (136 decibielios, el doble de lo permitido legalmente) que provoca el viento al chocar contra la estructura metálica de nido de abeja de las casetas de los marineros.

La tarde del viernes dejó en evidencia el sistema empleado para evitar uridos. Las placas de policarbonato que se instalaron en junio no sirvieron ni tan siquiera para aminorar el ruido, que hace que Cangas sea una villa con música de fondo. De nuevo surgieron las preguntas de los visitantes, de nuevo los que desconocían la procedencia del ruido miraban a un lado y a otro para averiguar de dónde procedía semejante escandalera que obligaba a preguntar por la farmacia más cercana para comprar tapones para los oídos y paracetamol para el dolor de cabeza.

Pero la ineficacia del sistema no cogió de sorpresa al alcalde de Cangas, José Enrique Sotelo. El día que dieron comienzo las obras de instalación de paneles ya mostró su desconfianza hacia el sistema impuesto por los arquitectos. "No hacía falta ser ingeniero para saber que el método no iba a funcionar, pero ellos se empeñaron", asegura Sotelo. Ayer no vaciló en manifestar que Portos de Galicia era conocedor de la ineficacia del sistema. El regidor local no duda en criticar el alto precio que la administración tuvo que pagar por los paneles: 36.000 euros, "me parece una barbaridad lo que se gastó, máxime cuando ahora se comprueba definitivamente que esa inversión no sirvió para nada. No están los tiempos para esto", apunta José Enrique Sotelo.

Las autoridades locales esperan, ahora, que Portos de Galicia actúe y estudie con los arquitectos soluciones más eficaces, pero que no le vayan a costar más dinero a los contribuyentes, porque no se consentiría. Cabe recordar que pese a ser perjudiciales para los tímpanos, las casetas de los marineros ganaron premiso de arquitectura, uno de los últimos el Foment de les Arts Decoaratives (FAD) de Cantaluña en el año 2008 y en el 2010 había conseguido el Premio Europeo del Espacio Público. Pero los premios jamás consiguieron calmar las críticas por el ruido de las casetas.