El paso de la frase "casar na estrada é casar ben", a la frase "vivir nun piso é vivir ben" es un reflejo de la transformación de la mentalidad de los moañeses a lo largo del siglo XX y con ella de la estructura urbana de la parroquia de O Carme. Por primera vez, este cambio en la morfología del casco urbano de Moaña se recoge en un libro que elaboró, como un proyecto de fin de carrera, el recién licenciado en Arquitectura Borja Docampo Boubeta, natural de Domaio. Bajo el título "Moaña: Transformación da súa morfoloxía", el autor se centra, especialmente en el paso de un pueblo o parroquia rural a una villa de características urbanas, que vivió Moaña entre 1950 y 2010.

Antes de mitad de siglo la estructura de Moaña evolucionó de forma muy lenta, con una economía de autosuficiencia por parte de las familias. El cambio más significativo fue el traslado del centro neurálgico del municipio, que poco a poco pasó del entorno de la iglesia de San Martiño al frente marítimo. Este movimiento se inició ya en el siglo XVIII. Durante siglos la población de la actual parroquia de O Carme vivía de dos formas claramente diferenciadas. Por un lado las partes altas mantenían una ocupación dispersa del territorio, y por el otro ya existía una concentración de viviendas en torno a carreteras que unían la costa con la parte alta como las conocidas escaleras del camino de "A Canexa". Asimismo, en torno a las dos vías paralelas a la costa aumentaba el asentamiento marítimo. "Pero las actividades económicas de las familias mezclaban el trabajo en el mar con el trabajo en el campo, por eso existían muchas casas con espacios para acoger animales que a la vez tenían cuartos en donde guardar las redes", explica Docampo, que durante los 7 meses que empleó en realizar el estudio explicó detalladamente la división interna más común en las casas de los moañeses a lo largo del tiempo.

La gran transformación de la parroquia de O Carme como un entorno urbano comenzó en la década de 1960 propiciado, según se explica en el estudio, por un crecimiento demográfico y otro económico. Esa inyección de dinero llegaría sobre todo de la emigración y de los primeros asentamientos industriales en Vigo, a donde se dirigían cada vez más jóvenes de la parroquia en busca de trabajo. El gran despegue demográfico de Moaña tuvo lugar entre 1.950 y 1980 cuando el municipio pasa de 11.000 habitantes a casi 18.000. A día de hoy todavía no se ha alcanzado la cifra de 20.000 moañeses, al menos de forma oficial.

"Pero el mayor impacto ocurrido en Moaña seguramente sea la masificación constructiva del barrio de O Real", señala el arquitecto. Esta zona empezó a poblarse de forma intensiva en los años 70 y se consolidó en los 80. El núcleo inicialmente fue concebido para acoger viviendas unifamiliares y se acabó convirtiendo en una auténtica aglomeración de edificios, en muchos casos ilegales, porque no cumplían la normativa vigente, de hecho, muchos de los bloques fueron levantados sin ningún tipo de urbanización previa en un espacio en el que no existía ni luz pública, ni saneamientos ni carreteras. "Se realizó sin planificación, basándose en la concentración de edificios con los ideales llegados de las ciudades. Todo el mundo quería tener un piso y en muchos casos incluso abandonaban sus viviendas tradicionales por unas viviendas nuevas con calefacción y electrodomésticos. La zona de O Real tenía un fuerte desnivel y vistas al mar y comenzaron a vivir allí los vecinos con más dinero, después descendió el precio del suelo y gente de todas las condiciones pudo comprar allí una vivienda, con eso se da una mezcla incoherente de estilos arquitectónicos", explica el autor del trabajo.

También en los años 80, probablemente la década en la que más se transformó Moaña a nivel morfológico e urbanístico, se produce una actuación polémica, que hoy en día sería poco menos que impensable. Se trata de la canalización mediante tuberías del río O Pontillón. El mal estado en el que se encontraba por entonces el río, "con maleza, vertidos e incluso la aparición de ratas" que se colaban en las primeras casas construidas en la ribera de O Pontillón. La canalización permitió la construcción de la actual carretera y se ganó al agua el espacio que ocupa la calle As Barxas. "Este río era muy importante en la historia de la parroquia, sobre todo para las mujeres, que hasta unas décadas antes lavaban en él la ropa y mantenían allí gran parte de su vida fuera del hogar", recuerda.

Sin ninguna duda, otra de las transformaciones urbanas más importantes del casco urbano moañés fue el relleno que dio lugar al paseo marítimo de A Praia, aprovechando el material retirado para la construcción de la AP-9. "Moaña nace transversalmente y en el casco urbano no existía ningún punto o plaza de reunión, además el desnivel era grande y la masificación constructiva no dejaba grandes espacios abiertos. Con esta obra la intención del gobierno municipal de entonces fue ganar un espacio que cumpliese estas funciones", destaca el autor de un estudio de unas 320 páginas. Esta actuación no cayó del todo bien en la opinión pública del momento, y esto se refleja en los folletos repartidos desde el Concello para explicar a los vecinos las razones del relleno.

Será a finales de 1990 cuando comience el desarrollo urbano más destacado desde los años 70, el de O Rosal. "Esto marca una línea de orientación urbana hacia el nordeste de la parroquia. Los motivos de este crecimiento son dos: Por un lado la consolidación de entidades constructivas en los sectores tradicionales del lugar, que ocupaban prácticamente todo el territorio costero, y por otro las grandes posibilidades de un espacio con relevo suave y proximidad a los principales centros de educación".

Ya en el siglo XXI se hace realidad la urbanización de O Rosal, que Borja Docampo contrapone a la de O Real. "Se hizo de forma más planificada y ahora la intención parece ser extenderla hacia Meira para unir las dos parroquias en una sola aglomeración urbana. La idea puede gustar más o menos, pero ese crecimiento está planificado y eso no hay que quitárselo", destaca. Con la urbanización de O Rosal se inició una configuración urbana basada en una nueva red viaria interna que definirían las manzanas en las que se levantaron los grandes bloques colectivos.

Este estudio lleva a Docampo a la conclusión de que el urbanismo en Moaña siguió los parámetros tradicionales y seculares de la arquitectura popular hasta la llegada de 1960, en donde el crecimiento económico y demográfico, así como el cambio en las actividades laborales de los moañeses, acabaron en una sucesiva fase de intervenciones urbanas que nada tenían que ver con lo existente hasta ese momento y que causaron un gran impacto morfológico. "El casco urbano, lejos de aparecer como un elemento continuo y organizado, se muestra desde entonces con crecimientos espontáneos que responden más a intereses particulares que a planificaciones pensadas y estudiadas para desarrollar un futuro coherente y unificado". De todas formas, lo importante del estudio es "saber cómo se transformó Moaña" y pasó de ser rural a urbana. En este sentido, el autor asegura que sería para un trabajo posterior el análisis de si este crecimiento es positivo o no".