En las paredes del bajo número 3 de la calle Lisboa hay algunos dibujos de colores, un mapamundi, un póster de un desierto, un cartel en árabe y muchas esperanzas e ilusiones. El bajo de la calle Lisboa, cerca de la avenida de Vigo, es la sede de la Asociación de Caridad Santiago Apóstol y San Vicente de Paúl, donde pronto se abrirá el primer comedor social de la comarca y que, de momento, se organiza como almacén donde repartir ropa y comida.

Los dibujos los realizaron los pequeños que acuden con sus padres, el cartel en árabe lo escribió una niña marroquí y en español se traduce como "traed bolsas". Y es que muchas de las personas que acuden al centro son mujeres marroquíes que apenas hablan español; para ellas está también el póster del desierto, "para que se sientan como en casa" cuenta Elena Parcero, una de las colaboradoras de la asociación. Ese es el objetivo principal de toda la gente que está allí ayudando, conseguir que muchas de las personas que lo están pasando mal tengan un respiro y vuelvan a sentir a Cangas como su hogar.

Una de esas personas es un hombre de 53 años que hace malabarismos para llegar a fin de mes. Sacar adelante a seis hijos no es cosa fácil teniendo trabajo, pero sin él es imposible. Su mujer y uno de sus hijos padecen un tipo esquizofrenia, y otro tiene síndrome de down. Hace un año que él padece una enfermedad ósea que le impide realizar su trabajo, y la mutua se niega a pagarle la baja por lo que, desde hace 12 meses, no tiene ningún tipo de ingreso.

La ayuda que le presta la Asociación de Caridad Santiago Apóstol y San Vicente de Paúl para él es inestimable, por lo que trata de devolverles un poco del cariño que recibe. "Cuando dan hay que corresponder", afirma, mientras cuenta que, como manera de colaborar con la Asociación, ayuda cuando puede descargando mercancía y echando una mano. Sobre sus espaldas también tiene una hipoteca, pero explicando su difícil situación ha conseguido no tener que pagarla por completo. Ahora no quiere que le den una ínfima pensión de invalidez, sino que espera recuperarse y volver a trabajar el todo el tiempo que pueda para sacar a su familia adelante.

Comida y ropa como ayuda

En el bajo de la calle Lisboa se reparten alimentos todos los jueves, y muebles, juguetes y ropa otros días de la semana. "Si no tienes trabajo, como es mi caso, te ves realizada al ayudar a esta gente" explica una de las voluntarias de la asociación, que presta servicio a unas 60 familias en toda la comarca. Ellos ayudan a todo aquel que lo necesite y que lo diga pero, en más ocasiones de lo que parece, hay gente que lo pasa mal y se calla: los denominados "pobres vergonzantes".

Ese fue el caso de una familia de padres treintañeros con niños pequeños que estaban pasando por una situación acuciante económicamente y no lo contaban por vergüenza. Cuando una voluntaria se enteró de lo que ocurría, les ayudaron en secreto hasta que el padre consiguió trabajo.

La asociación cuenta con quince voluntarios habituales, pero quien puede echa una mano. El propio dueño del bajo en el que se establecen les ha dejado el local por un alquiler de un euro anual durante once años.

Muchas de las personas a las que ayudan ni siquiera saben arreglar los papeles del paro, por lo que cuentan también con una asistenta social que los orienta. Una psicóloga atiende los martes por la mañana al que lo necesite, mientras que una profesora acompaña a los extranjeros para que aprendan gallego y castellano impartiéndoles incluso clases de economía para que conozcan la moneda.

Dificultad para emplearse

Said es el pseudónimo de un marroquí que lleva viviendo en Cangas diez años y que utilizó este servicio para aprender español. En Marruecos no ganaba casi nada y decidió venir a España a probar suerte. La jugada le salió bien durante un tiempo, pero hace ocho meses se quedó sin trabajo; a pesar de todo, Said se resiste a volver a la miseria de Marruecos, y tiene la ilusión de traer a Galicia a su mujer, que reside allá. Ahora dedica los días a tratar de encontrar un empleo y se siente afortunado de contar con la ayuda de los colectivos de caridad. Ellos no son los únicos que se han portado bien con él, su casero ha comprendido su situación y le ha bajado el alquiler hasta que sea capaz de trabajar de nuevo.

"A los 43 años es difícil encontrar trabajo" explica una canguesa que vive con su hijo de 26. Ninguno de los dos cuenta con empleo a pesar de que buscan encarecidamente. Acuden a la asociación porque ese poco de comida que les dan les permite seguir adelante. Ella encuentra trabajos eventuales, pero nada con seguro social. "Estaba cuidando a una señora mayor", relata, "pero cuando murió me quedé sin trabajo de nuevo". Ellos agradecen tener un techo propio, porque no se imaginan lo que sería su vida si además de tratar de sobrevivir tuvieran que pagar una hipoteca o un alquiler.

Manzanas para merendar

Una señora entra por la puerta del local con manzanas. Son de su propia finca y cree que con ellas podrá ayudar a alguien que lo necesite. No se equivoca. Las manzanas enseguida se reparten y una niña se muestra ilusionada de poder disfrutar de una merienda diferente.

"Ejemplos como este hay miles" cuenta una de las voluntarias, "desde tiendas de zapatos que nos dan pares nuevos, pasando por empresas de congelados, de conservas, de pescado, de carne... ¡hasta una chica nos trae huevos de sus propias gallinas!"

Otra de las personas que disfrutará de la comida que se reparte es una mujer, a la que llamaremos Daniela, que hace dos años y medio llegó desde Portugal con su familia. En el país vecino trabajaba en un banco y tenía el suficiente dinero como para permitirse unas vacaciones. Así, Daniela, su marido y su hija pequeña viajaron hasta Galicia y conocieron Cangas. Y Cangas les gustó tanto que decidieron quedarse para siempre.

Su marido encontró trabajo y se establecieron alquilando una vivienda, pero al poco tiempo él se quedó sin empleo y sin expectativas. "Cangas nos gusta muchísimo y no nos queremos ir", explica cuando se le pregunta por la posibilidad de retornar a Portugal. Su hija pequeña ya tiene siete años, asiste a un colegio cercano y habla gallego y castellano perfectamente. Ella y su marido también están completamente integrados y tienen su vida en la comarca.

Ahora viven del paro que, de momento, cobra su marido y de la comida y ropa que les proporciona la asociación. Mientras él no encuentra una ocupación remunerada comparte su tiempo con la comunidad como voluntario de Protección Civil. Al igual que muchos de sus compañeros, espera encontrar pronto un empleo que les permita volver a la normalidad.

En la asociación también recuerdan especialmente a un joven ucraniano que tenía problemas con la bebida, un motivo frecuente de marginalidad. Después de mucho trabajo consiguieron internarlo en el "Proyecto Hombre" y rehabilitarlo.

Puertas abiertas al mundo

El sábado 24, a las once de la mañana, se celebra una jornada de puertas abiertas para que todo el que quiera compruebe como se desarrolla el proyecto, mientras que el domingo 25, a mediodía, se celebrará una misa de campaña en la Alameda de Cangas.

Con estas iniciativas, la Asociación de Caridad Santiago Apóstol y San Vicente de Paúl espera concienciar todavía más al vecindario de que toda ayuda es poca y mucha gente de la comarca se levanta cada día tratando de seguir adelante más allá de las paredes del número 3 de la calle Lisboa.