Philip R. Newell es lo que muchos considerarían un genio. Doctor en Ingeniería Acústica se considera uno de los investigadores más reputados a nivel mundial en este campo y diseña los estudios de grabación de discos más importantes de medio mundo. Pero este británico, que nació en 1949 en la ciudad de Blackburn y es hijo de un irlandés y una inglesa, tiene a sus espaldas una vida apasionante y puede presumir de haber conocido y trabajado con la mayor parte de las estrellas del mundo de la música, como Mike Oldfield, Phil Collins o el grupo The Who. En 1992 aterrizó en una casa de Tirán, en Moaña, con vistas a la ría. Aunque sólo duerme allí cuando no tiene que residir en hoteles por culpa del trabajo y encuentra en este municipio la paz y tranquilidad que precisa para escribir sus libros y artículos sobre ingeniería acústica. Y sobre otra de sus pasiones: los hidroaviones.

A los 16 años Newell se preparaba para una carrera que se preveía exitosa en el mundo de las ciencias y sentía pasión por la física y las matemáticas. Pero todo esto cambió cuando llegó la música de los Rolling Stones. "Era un sonido increíble, rápidamente perdí el interés en la ciencia y sólo quería entregar mi vida a este tipo de música", señala. De naturaleza decidido y emprendedor, el inglés consiguió un trabajo como técnico de sonido y de luces en un salón de baile de su ciudad. "Durante dos noches a la semana dábamos conciertos de rock, así que con 17 años me encontré llevando el sonido de grupos como The Who, el cantante de soul Wilson Pickett o el mismísimo Otis Redding. Me gané una buena reputación y mi empresa me ofreció ir a trabajar en un salón más grande que tenían en Londres", relata. Allí empezó a colaborar como técnico con la mítica discográfica Motown Records (Detroit), que gestionó la carrera de referentes musicales de la talla de Stevie Wonder y The Jackson 5. "Con 20 años un conductor de una orquesta me ofreció montar un estudio de grabación en Londres, lo que me proporcionó un trabajo en Pye Records", relata.

Pero el capítulo más espectacular de su carrera profesional todavía estaba por escribir. Un año más tarde Virgin Records, que hasta el momento era una tienda de discos, le ofreció convertirse en el jefe de técnicos de sonido de los primeros estudios de grabación de la que unos años más tarde se convertiría en una de las principales discográfica del mundo. "Pasé once años en esa compañía. Ni recuerdo la cantidad de dinero que ganamos, el primer coche que tuve fue un Rolls Royce y lo pagé en mano", recuerda ahora. El éxito de Virgin le proporcionó un estilo de vida totalmente desenfrenado. Llegó a coleccionar coches de lujo e incluso tuvo un Mustang de 400 caballos. Además, su interés por la aviación le llevó a adquirir hasta cinco hidroaviones. "Los años 70 eran otra época, era un ritmo de vida descontrolado", alega. Y tanto que era un ritmo de vida espectacular: Newell hizo kilómetros a sus aviones acudiendo con asiduidad a la isla privada que el dueño de Virgin Records, Richard Branson, se compró en el Caribe.

Pero antes de que Virgin se conviertiese en una gran multinacional los inicios fueron más inestables. "En 1973 grabamos los primeros tres LPs, entre ellos ´Tubular Bells´, de Mike Oldfield, que fue la plataforma que lanzó a la discográfica a la fama", dice. Y lo cuenta mientras saca del medio de unas sábanas, como si de cualquier objeto se tratase, el disco de oro que recibió Mike Oldfield con uno de los álbumes más famosos de la historia de la música moderna [vendió 16 millones de copias en todo el mundo].

Pero lo más curioso es que este moañés de acogida no apostaba por el multi-instrumentista inglés. "Era un disco que nos dio mucho trabajo porque había que grabar a muchísimos instrumentos. A mi me gustaba más el rock y al principio pensé que era una basura, quería el estudio para hacer cosas más interesantes", reconoce. Pero las sensaciones fueron cambiando a lo largo de los seis meses que duró la grabación. "Cuando acabé la mezcla sabía que era un trabajo especial y le dije al productor, Tom Newman ´Este disco venderá menos de 5.000 copias o más de 5 millones´". El resto ya es historia porque los consumidores apostaron decididamente por la segunda opción.

Hoy en día no tiene más que elogios para Mike Oldfield. "Es un músico prodigioso, es imposible llegar a tocar como él porque tiene un talento natural", indica. Aunque guarda un grato recuerdo de muchos de los artistas con los que trabajó. "Los miembros de The Who tenían mucha calidad y eran muy inteligentes, estaban un poco locos, pero ya digo que esa época fue muy diferente a la actual".

Todavía conserva fresco el recuerdo de sus contactos con grupos como Pink Floyd, los integrantes de The Beatles George Harrison y Paul McCartney o varios miembros de los Stones. Lo más curioso es que apenas tiene fotos de ellos en su morada de Moaña. "Para mi era algo habitual, no le daba importancia a trabajar con estrellas mediáticas", justifica.

La llegada del punk

En 1982 Philip R. Newell dejó la discográfica Virgin. "Vendí las acciones y me compre cuatro hidroaviones más. Entonces monté una academia para enseñar a volar a la gente". Las razones de su abandono progresivo de la industria musical son diversas, pero el surgimiento del movimiento punk y su absorción por el mercado tuvieron mucho que ver. "Recibí una paliza muy fuerte de los guardaespaldas de los Sex Pistols en 1982 –los Pistols grabaron con Virgin el mítico álbum "Never Mind the Bollocks"– porque trataba de impedir que entrasen con mangueras de agua en el estudio". Esa fue la gota que colmó el vaso.

"Hoy en día muchos de aquellos punkies son diferentes, pero entonces no se trataba sólo de una imagen, sino que pretendían actuar como se vendían. En un concierto incluso me llegaron a tirar ladrillos y yo no quería soportar ese tipo de tonterías en mi trabajo", recuerda con semblante serio.

Otra de las razones por las que la discográfica se debió a un cambio de planes del magnate Richard Branson. En aquel entonces, los dos tenían la intención de montar un estudio en la isla privada de Branson, con la idea de evitar pagar unos impuestos que en Inglaterra alcanzaban al 90% de sus ingresos. Pero con la llegada de Margaret Thatcher al poder bajaron los impuestos y Branson decidió quedarse en Inglaterra. "Me sentí decepcionado porque me gustaba pilotar aviones en la isla. Además ya no me motivaba la música que imperaba y dejé Virgin", rememora.

Por su semblante a la hora de hablar parece que la decisión no fue muy acertada. "Invertí mucho dinero en los cinco aviones y experimentando distintas formas de vuelo estrellé tres de ellos. Sobreviví a los accidentes, pero perdí casi toda mi fortuna, sobre todo por problemas con la burocracia".

Entonces decidió dar un nuevo giro a su vida. Fue como si el destino se impusiera y Newell volvió a la vida académica que había abandonado por la música cuando era demasiado joven. Estudió Ingeniería Acústica, doctorándose por la Universidad de Southampton. Desde entonces se dedica en cuerpo y alma a diseñar estudios de grabación y salas de cine, introduciendo tecnologías pioneras que permitan mejorar la acústica. De hecho, su etapa como productor le dejó un bagaje muy grande en la materia, pues de él surgió la idea de realizar estudios de piedra, "como los castillos ingleses", para mejorar el sonido. "Al principio nadie apostaba por la idea, pero desde entonces los encargos fueron constantes", presume.

El británico vive casi todo el año en hoteles de lujo, no en vano trabaja en más de 30 países y en estos momentos está embarcado en la construcción de unos estudios en Barcelona para grabar y acoplar bandas sonoras de películas. "Para ser diseñador necesitas un nivel intelectual y una visión amplia de las cosas, pues trabajo a la vez con músicos, técnicos, arquitectos... y yo tengo que ser el nexo de unión de todos ellos".

El precio a pagar

La vida de Newell es intensa, eso es innegable, pero cuando repasa su historia no puede evitar un cierto tono melacólico para admitir que el precio de vivir a este ritmo lo paga en la vida privada. Con un divorcio a sus espaldas y un hijo al que no ve todo lo que le gustaría, confiesa que apenas disfrutó de su vida privada y social. "Creo que mi hijo mereció un padre mejor", dice con voz temblorosa y mientras recuerda que en una semana vuelve a hacer las maletas para irse a Madrid.