Alessio Allegrini es uno de los instrumentistas de trompa más reconocidos y prestigiosos a nivel mundial. Ha impartido clases por medio mundo y tocado con las más importantes orquestas, como la de la Scala de Milán. Cuentan que el Teatro Real de Madrid lleva años intentando que ofrezca allí alguna “master class”, aunque sin éxito. Sin embargo, estos días está en Cangas impartiendo clases en un seminario instrumental organizado por la Asociación Cultural Bellas Artes, donde ha mostrado su buen humor, humildad y marcado compromiso social.

-¿Qué es lo que tiene Cangas y la comarca de O Morrazo que no tenga el Teatro del Real?

-Me llamó mi amigo Vicente Alberola [clarinete de la Orquesta Sinfónica de Madrid y que acude a dar estas clases a Cangas desde hace cuatro años] y me dijo: ‘Alessio tienes que venir a Cangas, que es un sitio fántistico, en el norte de España, al lado del mar, con una gente calurosa y seria. Te va a gustar’. Y le hice caso. Bueno, obviamente también influyó el discurso del pescado [grandes risas]. Yo amo el pescado y me dijeron que aquí estaba el mejor del mundo. Vicente siempre se encuentra donde está la belleza, la gente buena y la amistad. Y como tengo confianza en él decidí venir. De todos modos, he de decir que próximamente, a finales de febrero estaré en el Teatro Real de Madrid.

-¿Cómo es su relación con España?

-Conozco bastante el país. La primera gira que hice en mi vida con una orquesta fue en España. Yo tenía y quince años y estuvimos 25 días tocando en un montón de sitios. Más tarde estuve en un congreso internacional en Valencia y vine varias veces con la orquesta de la Scala de Milán. Pero hubo una época de mi vida en la que no tenía ganas de enseñar. No porque no me gustase, sino porque me faltaba algo de motivación.

-¿Por qué?

-No comparto algunos de los métodos de enseñanza. Nunca en mi vida he dado una clase privada cobrando. Me parece una total falta de respeto a los muchahos y a la propia sociedad. La sociedad tiene que ayudar a los músicos a tener esas clases aportando una estructura, una organización... De ese modo sí que lo puedo hacer, pero no como lo hacen un alto porcentaje de mis colegas. Es un estilo que para un italiano no está bien porque nuestra cultura tiene tradicionalmente un marcado discurso social. El Estado tiene que ayudar, como lo hace con la sanidad o con la escuela. Pero actualmente eso está cambiando en Italia. Por eso yo ahora no enseño en mi país y voy por todo el mundo.

-¿Cómo están transcurriendo sus clases de estos días en Cangas?

-Muy bien. La gente me comprende y es muy receptiva. Tienen un gran respeto por la música y ganas de aprender. Lo malo es que aquí se hace demasiado caso a lo que dice un extranjero, parece que como viene de fuera siempre tiene razón. Yo cuando enseño intento explicar a los alumnos lo que tienen que cambiar, pero les explicó el porqué. Creo que hay gente del norte de Europa que podría venir a aquí a aprender algo. De verdad que no me gusta esa influencia extranjera en un país, en el que además de haber mucho pescado, también hay mucha música [risas]. ¡Pero yo soy italiano y casi español!

-Además de enseñarles técnica a los jóvenes, ¿les aporta sus propias vivencias y experiencias?

-Sí. Para mí los muchachos no son un número sin más. Puede que no les vuelva a ver en toda mi vida, por eso intento aprovechar estos días para decirles todo lo que puedo. Yo les regalo todo lo que sé, mi experiencia e intento decirles la verdad.

-De su discurso y de sus actos [estuvo en Caracas dando clases a niños con escasos recursos de manera gratuita] se desprende una concepción muy clara de la música como elemento de desarrollo social.

-¡Y el ejemplo soy yo mismo! Si no fuese por la música ahora estaría haciendo el trabajo de mi padre, pero mal. La música me ha dado la oportunidad de viajar, de estar en Cangas diciéndote todas estas locuras... Me gusta su efecto social: puede ayudar a no caer en la droga, a abrir la mente, a conocer mundo y a conocer la disciplina y la belleza. Además, junto a muchos amigos impulsamos el movimiento “Músicos por los derechos humanos”. El próximo mes de mayo organizamos en Lucerna (Suiza) una conferencia mundial sobre derechos humanos, en la que habrá un Premio Nobel, y un concierto. Esperamos recaudar entre 50.000 y 80.000 euros, que los donaremos a alguna asociación que trabaje con la música en países en desarrollo.

-Después de varios días aquí, ¿cree que Vicente Alberola le ha dicho la verdad sobre Cangas y su gente?

-¡Sí! [con gran convencimiento] Y tengo claro que regresaré. Claramente. He descubierto mucho más de lo que él mismo me dijo. Y la organización es perfecta, con mucho respeto. Quizás demasiado. Ya lo dije el primer día: Si pudiera me llevaría a los dos Eduardos [González Bermúdez y González López] a Italia.