El jefe de máquinas del "Piñeiro Correa", Manuel Carballo, anotó en su diario la fecha: 12 de septiembre de 1977, pero al patrón de pesca Álvaro Otero, no le hizo falta para recordar lo que había pasado cuando navegaban camino de Noruega después de haber faenado en los caladeros de Boston. El fenómeno había sido tan extraño que tiene retenida en su memoria la fecha a pesar de los años. Habían pasado ya las islas Feroe cuando ocurrió todo. Relata Manuel Carballo que fue Álvaro Otero, que estaba en el puente, alrededor de las 21.00 horas, quien avisó a la tripulación para que subiera a ver lo que estaba pasando. El jefe de máquinas lo describe en su diario como una especie de gran paraguas lleno de colores inexplicables, con una luz blanca muy brillante en su punto más alto, "de la que salían semihusos esféricos de colores difuminándose a medida que iban cayendo al mar". Asegura Carballo que había colores muy difíciles de describir y que tras veinte minutos de exposición se apagó la luz central . Recuerda Carballo que había luna llena y tiempo apacible y que cuando el fenómeno desapareció, comenzó un temporal.

La tripulación, aparentemente, permaneció tranquila viendo lo que sucedía en el firmamento. Pero Álvaro Otero se preocupó por el tiempo que duraba el fenómeno y por el hecho de que veía que se aproximaba hacia el barco. Mandó a su primero que pusiera el piloto automático y ordenó a toda la tripulación bajar del puente. "La imagen que tengo es muy similar a la que relata Carballo, pero recuerdo que un haz de luz central descendía directamente al mar". El patrón de pesca Manuel Méndez, el marinero Jesús Piñeiro y el primero de máquinas, Julio, fueron también testigos de este momento tan especial en sus vidas y del que guardaron casi pacto de silencio, pues en muchos casos ni al regresar a casa lo contaron. Todos con demasiados días de mar sobre sus espaldas como para que les engañase con algún requiebro alguna aurora boreal o los fuegos de San Telmo. Pero aún así, a su regreso de la campaña del calamar, se preocuparon de acudir a la Escuela Náutica Pesquera de Vigo para consultar con sus profesores de astronomía y navegación lo que habían visto. Les enseñaron numerosos fenómenos metereológicos y ninguno coincidía con lo que vieron. Hoy se lamentan de no haber tenido una cámara fotográfica a bordo y están convencidos de que la naturaleza de lo que vieron era extraterrestre. Carballo aún maldice haber olvidado la cámara que había adquirido recientemente, en su casa de Aldán.

Pero el "Piñeiro Correa", tras ser convertido en barco del "pincho" y rebautizado con el nombre de "Cisne Blanco", tuvo la oportunidad de ser testigo de otro avistamiento. De la antigua tripulación quedaba el marinero Jesús Piñeiro, que ejercía en el nuevo barco de contramaestre. El avistamiento, en esta ocasión fue en las costas de Chile, también por la noche. Aquí no hay fecha exacta y Piñeiro, que ahora tiene 66 años, calcula que fue hace diez cuando por segunda vez en su vida tuvo la suerte de ver algo especial. "Recuerdo que nos llamaron los que iban en el puente. Algo estaba suspendido en el aire encima del mar con unas luces muy grandes. De repente desapareció y dejó una estela tras de sí. No se trata de ninguna locura, ni de ningún cuento, allí había 40 tripulantes que presenciaron perfectamente lo que hoy se considera como un objeto volador no identificado". Tampoco nadie se hizo eco de este avistamiento. Otra vez se optó por el silencio. "non fora cousa de tolos".

Los marineros, por lo que parece, son mucho más discretos en sus comentarios que los pilotos de aviación. Pero ellos también vieron "rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuster".