Alumbrados por la luz que arrojan estas dos grandes querencias, nos resulta más fácil comprender esta parte de la obra de Camaño Xestido, que ahora, de una forma genérica, se nos presenta bajo el título de "Arquitecturas, Danzas e Tradicions", y cuyo orden me voy a atrever a invertir intencionadamente.

A través de esta obra el artista quiere mostrarnos su amada tierra con emoción, pero también con rigor descriptivo, para lo cual en ocasiones deberá contener su capacidad de abstracción en aras de reflejar la realidad tal cual es, aplicando la metodología y tenacidad de un etnógrafo, y la pasión de un coleccionista, que no quiere dejar que se le escape nada de todo aquello que tanto ama.

De esta forma nos describe con su magistral trazo y certera pincelada poéticos otoños de espacios reconocibles y otros entornos más íntimos como sus flores, sus ovejas, sus perros Deisi y Sam, su gato Ilustre….

Pero Camilo sabe bien que una tierra no es sólo un paisaje, una imagen, sino también una cultura y ante el riesgo de que una parte del acerbo cultural, patrimonio y tradiciones acaben por esfumarse en el olvido, se afana en dejarlo bien documentado, atrapándolo en el lienzo con pincelada precisa y aplicando su sabiduría pictórica con un rigor descriptivo, al utilizar la pintura como herramienta o instrumento narrativo –informativo.

Así nos ofrece obras magistrales, como la denominada "Danza de Aldán", en que la vibración del color, composición y dominio de la técnica nos trasladan a ese espacio del arte intemporal, o "Manxadoira" en la que con muy escasos recursos cromáticos se obtienen resultados de gran fuerza expresiva y plástica.

He pospuesto intencionadamente el comentario sobre la temática de las Arquitecturas porque en este caso su análisis resulta apasionante y en cierto modo enigmático. Hasta ahora no mencioné que otro de los amores de Camilo es la Arquitectura, concebida como un hecho artístico que trasciende de la superficie del plano del cuadro y del propio volumen de la escultura, ya que en la arquitectura el espacio interno es habitable.

El artista se aproxima e manera especial y explora un icono arquitectónico elegido por él, y no por casualidad, la iglesia de la Vera Cruz de Carballiño , con el afán de estudiarla, analizarla meticulosamente y posteriormente describirla.

¿ Por qué la iglesia de la Vera Cruz? Se trata de una singular obra del arquitecto gallego Antonio Palacios, que según su estudioso Felipe Senén "constituye una Suma Teológica de la arquitectura histórica de Galicia, relacionada con el Camino de Santiago, la arquitectura inglesa, el atlantismo,…y la Escuela Vienesa. Es un símbolo expresionista de la época".

El propio arquitecto Antonio Palacios nos describe en la memoria del proyecto…"recogemos en esta obra no las estrictas formas antiguas, sino el espíritu que guió a los maestros del arte cristiano de todos los tiempos, con una resultante muy antigua y muy moderna a la vez".

Una vez más Camilo Camaño se ve atraído por la obra de arte intemporal, una obra en la que se compendia la historia arquitectónica de Galicia y consecuentemente se entrega a su estudio con una metodología minuciosa y a la vez apasionada, elaborando una serie de magníficos apuntes realizados a plumilla o sanguina, en los que se plasma la emoción estética percibida y se sintetizan las formas tratando de captar tan solo lo esencial y renunciando a lo superfluo.

Aún así es imposible capturar en un solo dibujo los espacios, las perspectivas, toda la riqueza volumétrica que la arquitectura le ofrece.

Camilo realiza una colección de apuntes construidos con magistral soltura y cargados de belleza y fuerza expresiva, en los que trata de recoger todos los ángulos y puntos de vista, en un intento de capturar el espacio total. Ahora la mano trabaja con libertad, omitiendo o resaltando aspectos, recreando la arquitectura, que sintetiza gráficamente para captar mejor su esencia.

Pero al final la voluntad narrativa del artista se impone y acaba por cristalizar en un magnífico mural políptico, de grandes proporciones, en el que se describe el objeto arquitectónico de forma rigurosa y realista, con sobriedad cromática y factura impecable, presentando simultáneamente distintas vistas, que, a modo de las propuestas cubistas, permiten al espectador rodear y obtener una percepción instantánea y global del objeto, pero en este caso una percepción real, asumiendo así el artista una vez más su compromiso por una narrativa comprensible y veraz.