En la calle Baiona número 9 de Cangas se respiraba ayer menos tensión. Ana Bermúdez, la mujer del marinero Secundino Dacosta, que permanece secuestrado a bordo del atunero “Alakrana” con el resto de la tripulación en aguas del Indico, recibía cerca de las diez de la mañana una llamada de la casa armadora para comunicarle que estuviera al lado del teléfono porque su marido la llamaría en media hora. Así fue. Encarna, su madre, que la acompaña en estos días difíciles, asegura que su hija esperó impaciente la llamada. “Fueron nada más que unos segundos de conversación, él le dijo que estaban todos bien, que estuviéramos tranquilos. No dio tiempo a nada más”.

Tras escuchar a su marido, Ana está más tranquila y eso también se lo transmite a los dos hijos del matrimonio, un niño de 14 años y una niña, de 7, el primero de los cuales vive con más sentido la realidad del secuestro de su padre.

La madre de Ana es quien atiende a los medios de comunicación. Ayer por la tarde aseguraba que aunque están más tranquilos, no podrán estarlo de todo mientras que la situación no se arregle. De todas formas reconoce que intentan realizar una vida normal: “¡Qué remedio, porque desde Cangas no podemos hacer nada más. Lo único que podemos hacer es esperar”. Encarna asegura que ayer también recibieron una llamada del Ministerio de Interior en el sentido de que “todo está bajo control, preguntaron cuál era el estado de ánimo de mi hija y le pidieron que estuviera tranquila”. Al poco tiempo se conocía que la fragata española había capturado a dos de los piratas que habían abandonado el barco en un esquife (barco pequeño que lleva un navío para ir a tierra) resultando uno de ellos heridos por disparos de los soldados.

Hacer vida normal

Encarna asegura que su hija está “más relajada” porque ya hay más información.

El padre del marinero secuestrado, Secundino Dacosta, intentaba ayer también realizar una vida lo más normal posible, dentro de la intranquilidad, y optó por acudir, como todos los domingos, al partido de su equipo, el Rápido Bahía: “Estás preocupado, pero no te puedes encerrar”, dice este marinero jubilado que faenó por Sudáfrica, Canarias, Sierra Leona, Mozambique y el Gran Sol.

Asegura que la preocupación ahora es doble por su otro hijo Jesús (33 años), que también faena en el “Alakrana” y que tendrá que marcharse antes de tiempo “según se vaya resolviendo todo”. Jesús Dacosta tenía que regresar al barco el día 20 tras los dos meses de descanso después de una marea de cuatro.

Secundino Dacosta (padre) no las tiene todas consigo con el Gobierno de España porque dice que ya desde hace tiempo se está demandando militares a bordo, como ya tienen Francia o Italia: “Dicen que no lo hacen porque la ley no lo permite. ¡Qué cambien la ley, y punto!”. Reconoce que las tripulaciones faenan en el Indico con temor: “Por las noches tienen que estar con las luces apagadas y las cortinillas corridas para no ser vistos. Los barcos necesitan tener más seguridad y eso se la da los militares a bordo. Los marineros van donde está el pescado y las capturas nunca están en un sitio fijo”.