El ansiado período vacacional, lejos de las escuelas, puede llegar a ser tedioso para los niños y problemático para los padres. Los campamentos son una de las actividades recurrentes para satisfacer las necesidades de pequeños y adultos. Con esta pretensión, cuarenta niños de Cangas, con edades comprendidas entre seis y doce años, viajaron el sábado con destino a Rianxo. Una docena de ellos experimentan por primera vez una convivencia de este tipo lejos del seno paternal. El concejal de Xuventude e Voluntariado, Óscar Graña, se trasladó ayer al albergue "María Ana Mogas", en Rianxo, para conocer a los pequeños y compartir con ellos parte de la jornada.

El día comienza a los ocho y media de la mañana. Los participantes tienen media hora para asearse, recoger y acudir al comedor para desayunar. Luego, comienzan las actividades y juegos, como el zafarrancho, el rastreo, la "gymkana" o la exploración. Lo deportivo también se hace un hueco, organizando olimpiadas y campeonatos de brilé. Después de la comida, las tardes comienzan con talleres de aprendizaje científico, circense, artístico o musical. Para los monitores las consignas son claras: "interacción, cooperación y educación". Por eso, más de un padre se sorprendería al ver que sus hijos, sin rechistar, friegan los platos, hacen su cama y lavan su propia ropa. "O campamento é unha experiencia tremenda, xogan e aprenden sen competividade entre eles", asegura el coordinador de los monitores, Diego Vilas.

Los niños disfrutan de la convivencia, salen de su rutina y se divierten con los juegos. Tanto, que muchos no dudan en decir que se quedarían "a vivir en Rianxo". Algunos de sus compañeros, matizan el comentario, añadiendo que "con la televisión y la Nintendo" también lo harían. Los de carácter más nostálgico lamentan que sus mascotas no los acompañasen en este viaje. En lo que sí hay unanimidad es al responder si tienen ganas de volver a casa mañana, cuestión en la que todos son rotundos: "no".

Quizás por las ganas de aprovechar los días que quedan hasta el regreso a sus hogares, los pequeños disfrutan hasta el último minuto de la jornada. Tras la merienda y una nueva sesión de juegos, emplean las instalaciones del albergue para ducharse y cenar. Una de las ventajas de la acampada es que muchos de los niños ven aumentado su tiempo de actividad. Así, tras reunirse en el comedor inician una tanda de juegos más ligeros, como las guerras de canciones, la caza del monitor, el juego de la oca o el escondite al revés. Tras un intenso día, a las doce de la noche, todos tienen que estar en sus literas.

La comida de mañana pondrá el broche final a una semana de diversión y de aprendizaje a través del juego. Los pequeños regresarán a Cangas con una nueva experiencia metida en los bolsillos de sus mandilones.

Otros campamentos

El siguiente campamento, dirigido a jóvenes de entre 13 y 17 años, tiene como destino Lodoselo, en Ourense. Al igual que en el campamento de Rianxo, la Concellería de Xuventude financia el 40% del coste.

En su visita a la localidad coruñesa, el concejal de Xuventude e Voluntariado, Óscar Graña, quiso "comprobar de primeira man" las instalaciones y la convivencia que realizan los niños estos días. La corta edad de estos atípicos turistas le animó a saber cómo se desenvuelven lejos de sus hogares. "Os pais poden estar tranquilos, estano a pasar moi ben", afirmó Graña, tras conversar con los pequeños y visitar el albergue. El edil nacionalista añadió que desde la Concellería de Xuventude, "estase a cumplir coa demanda dos pais que teñen dificultades para atender ós seus fillos nos meses de verán".

En este sentido, Graña recordó algunas de las iniciativas que se organizaron desde el departamento que dirige, como los campamentos urbanos que se realizaron durante el mes de julio. En esta actividad los niños, de entre cuatro y seis años de edad no necesitaban dormir fuera de sus hogares ni trasladarse de localidad. Las jornadas se desenvolvían por las mañanas, en las instalaciones del Instituto de Rodeira, entre las diez y la una y media del mediodía.