Una lluvia torrencial irrumpió ayer en la procesión de la Santa Cena cuando aún no había completado la mitad de su recorrido por el centro urbano de Cangas y precipitó el regreso de las imágenes a la ex colegiata a hombros de sus costaleros, al tiempo que centenares de personas que contemplaban la comitiva buscaron refugio bajo árboles y paraguas, primero, y en los soportales de los comercios o en el interior de las cafeterías cuando el diluvio arreció. Cofradías y penitentes retornaron al templo parroquial con paso ágil y entre gritos de ánimo y aplausos del escaso público que los esperaba en el entorno de la calle Real. “¡Unha lástima que tanto traballo e dedicación quede deslucido así!”, comentaban los miembros de una familia apostada bajo la estatua ecuestre del apóstol Santiago, mientras, mirando al cielo, expresaban su confianza en que “o tempo non veña a fastidiar tamén os actos do Venres Santo”.

A partir de mediodía, el cielo parecía dar una tregua e invitar a las cofradías a mantener sus planes de celebrar la procesión, que comenzó su recorrido a las siete de la tarde al paso lento que marcaban los tambores de los cofrades y los acordes de la banda de música Bellas Artes y de las gaitas de Tromentelo. Sin embargo, conforme avanzaban las imágenes por el Paseo de Castelao, el cielo se fue encapotando y un viento “lavado” empezó a agitar los capirotes de los penitentes, a apagar algunas velas y a dar señales de que el agua andaba cerca. A las ocho menos diez empezaron a caer las primeras gotas. Algunos miembros de la cofradía de los Dolores interpretaron que la cosa iría a más, por lo que decidieron emprender el camino de vuelta buscando refugio en la iglesia, y tras ellos la banda de música, cuando aún se encontraban frente a la Casa da Bola. “A Virxe ten un manto moi valioso, e non se pode mollar”, justificaban dos mujeres devotas, mientras otros integrantes de la comitiva dudaban si seguir su estela o la del resto de los pasos, que continuaban el recorrido establecido sin reparar en las amenazas del cielo.

La incertidumbre del momento fue suficiente para que la procesión se disgregara y el público emprendiera dos caminos contrapuestos, mientras algunas de las imágenes que continuaban el recorrido se cubrían con toldos de plástico para responder a la creciente intensidad de la lluvia, que les restaba vistosidad. “Tal como estaban as previsións meteorolóxicas, o máis sensato sería que o percorrido se fixera arredor da Alameda Vella”, opinó un vecino que asistía al revoloteo de los asistentes a la procesión, y lo justificaba: “Sería máis vistoso, e no caso de chuvia sempre sería más fácil da volta para a igrexa”. Pero a esa hora ya era tarde. La lluvia empezó a descargar con fuerza, desbordando alcantarillas en la Praza da Constitución, los tamboriles intensificaron la frecuencia del redoble y la cola de la comitiva entró, con paso rápido y calada hasta los huesos, en la ex colegiata.