Ana Cela / A ESTRADA

Corrían tiempos de dominio y vasallaje. Tiempos de siervos y grandes señores feudales, de nobleza e iglesia poderosas, capaces de amasar tierras que retaban al horizonte y de acumular riqueza colocando en sus bastas posesiones fieles recaudadores y administradores de justicia. Un viaje hasta una A Estrada medieval permitiría el reencuentro con una impresionante fortaleza en la parroquia estradense de Riobó, una fascinante edificación que da muestra del apabullante poder que antaño tenía el Arzobispado compostelano, en un mundo protagonizado por las diferencias y la convulsión. Quedan pocos vestigios en la zona que ayuden a adivinar al observador menos escéptico que sobre estas tierras se levantase orgullosa la insigne Torre da Barreira, cuya construcción se inició aproximadamente en torno al año 1120. Profundo conocedor de sus avatares y amante confeso de la historia medieval, el escritor Jesús Antonio Gulías, natural de Beariz, traerá al presente a través de su libro "A Torre da Barreira. As pedras perdidas da Mitra Compostelá", el esplendor y desplome de este antiguo gigante de la arquitectura militar.

Esta fortaleza se erigía en el margen derecho del río otrora llamado Da Barreira, que más tarde pasaría a conocerse como Río Bo, y a unos 200 metros cauce abajo del también llamado Puente Riobó, entre los kilómetros 8 y 9 de la carretera Callobre-Ponteledesma. La torre defensiva manifestaba su poderío en la cima de un cerro abrazado por las aguas de este afluente del Ulla, con una única entrada de sencillo acceso por el norte, facilitando así su defensa. Aunque hoy en día es casi una desconocida, esta construcción tendría un importante papel en la historia de la llamada jurisdicción de Tabeirós, especialmente en lo que respecta a las luchas entre los señores feudales y contra el Arzobispado, tal y como se reconoce en la obra "A Estrada Rural", de Manuel Reimóndez Portela.

Si bien Gulías sitúa a comienzos del siglo XII el nacimiento de esta fortaleza, cuya construcción ocuparía largos años, también apunta que la edificación se vería obligada a resurgir de sus propias cenizas tras ser invadida y destruida en época de los Irmandiños. Por ello, en Riobó fueron al menos dos torres distintas las que existieron a lo largo de la historia. De la original, "en mans dos meiriños e alcaides que impartían xustiza na xuridisción de Tabeirós, pero tamén nas dalgúns nobres con poucos escrúpulos", se conserva constancia a través del testimonio vecinal propiciado por el interrogatorio presentado por Pedro de Cisnero. Tras el ataque de las Irmandades de Santiago, la torre volvería a ser reconstruida a partir de 1480 aunque, según indica Jesús Gulías, "foi mal reparada; era custoso refacela e a xente foina destruíndo, ía buscar alí pedras para facer as súas casas". Ello hace que la fortaleza continúe a día de hoy viva en las piedras y sillares de viviendas, templos y otras construcciones de la zona, una existencia acusada por las marcas de los canteros. Estos símbolos pudieron hallarse, por ejemplo, en diversos puntos del lugar de Besteiros, en la antigua fábrica de papel de Riobó, en la iglesia de Codeso y en Arnois, entre otros.

La primera torre

"Foron as Irmandades de Santiago e as da súa bisbarra, coa axuda do Comendador de Portomarín e dun Correxidor castelán os que a atacaron con toda dureza e cunha ferocidade que raiou o esañamento", apunta en su obra Jesús Gulías. La historia que recoge en las páginas de su libro será publicada por la asociación vecinal de San Martiño de Riobó con el interés de difundir una parte importante de la historia local y de recaudar fondos para la celebración de las fiestas patronales. En la obra el autor se apoya en el testimonio de quienes pudieron ver la grandeza de esta torre y asistieron de, un modo u otro, a su aniquilación.

Así, la obra permite al lector ir recreando en su mente una imagen de esta construcción original, que al parecer tenía tres patios. En el central se levantaba la torre homenaje, coronada con almenas. La cubierta era de teja con madera. Siguiendo la descripción recogida en el libro, las piedras de esta torre eran de granito con argamasa, "cun grosor de máis de media lanza ben cumplida". Además, a ambos lados de la torre se levantaban dos salas que servían de viviendas, hechas también de granito y con maderas de castaño. Debajo de las casas estarían las caballerizas y pesebres, con capacidad para un centenar de caballos. Un pozo bien labrado, un gran horno y edificaciones que servían de aposento a la servidumbre completaban el complejo interior, cercado por una gruesa pared de piedra con almenas y corredores, muro también provisto de tres altas torres. Al margen de otros elementos constructivos, existía un segundo muro posterior que cercaba toda la fortaleza, en cuya entrada había una torre conocida como "Torre de Mariña Carreira", con un baluarte por su parte exterior. En uno de los patios se levantaba también una capilla dedicada a Santa Mariña da Barreira, que fue respetada por los Irmandiños.

Por su parte, Reimóndez Portela recoge en la referida obra explicaciones del historiador López Ferreiro en las que se señala que el cerro que servía de base a esta fortaleza estaba minado en todas direcciones por caminos subterráneos que iban a dar al río. Alguno de ellos, según señala, era de tales proporciones que permitía el paso de "carros y bestias de carga".

Asimismo, Jesús Gulías asegura que en el interior de esta torre había armas capaces de hacer frente al ataque. "Por que non as usaron? Non se explica. Historicamente non se coñece que os que estaban dentro fixeran esforzo por defenda", comenta el autor. "Os Irmandiños atacaban as fortalezas porque moitos alcaides se xuntaban con xente de mal vivir, con extorsións, roubos, raptos... Os Irmandiños xuntáronse para acabar con todo iso", añadió.

Derrocada "polo pé"

Para acercarnos a la destrucción de esta primera torre uno de los testimonios más significativos que este investigador del lenguaje de los canteros incluye en su libro es el que el vecino de Berres Xoán Besteiro ofrece en el mencionado interrogatorio. "Habería arredor de 50 anos (1476) que vira chegar dende a cidade de Santiago e da súa comarca a moita xente, que se erguera alí en Irmandade onde nomearan alcaldes. Estes andaban con varas de xustiza e mandaban tres columnas de xente. Traían un trabuco e bombardas dende Santiago cos que sitiaron e cercaron a fortaleza da Barreira, atacándoa ata que a tomaron. Entregoulla ás cuadrillas da cidade de Santiago o seu alcaide Álvaro Sánchez. Unha vez tomada, este testigo viu como derrocaron completamente a torre principal da fortaleza polo pé, e igualmente as outras torres, muros, baluartes e outras edificacións". El libro de Gulías recoge también cómo este vecino llegó a señalar que "os homes da Irmandade dicían que estaban ao servizo de Deus, do rei, de paz e para sosegar aos territorios e que a derrocaran (á Barreira) por mandato do rei".

Otro testigo añadiría a su versión de los hechos que la Irmandade se había levantado y derrocado este tipo de fortalezas "porque a xente do pobo recibía moitos agravios dos condes e meiriños das fortalezas (...) porque lles comían as súas facendas, roubábanos e matábanlles as vacas."

Reparación

Fueron precisamente las mediciones tomadas por López Ferreiro en torno al 1892 y la posterior confección de un plano en base a estos apuntes las que permiten, tal y como señala Gulías, intuir cómo sería la segunda Torre da Barreira. Se calcula que su reconstrucción arrancó en torno a 1480 y que no se efectuó siguiendo los patrones originales. "Foi mal reparada", insiste el escritor. "Cando a visitou López Ferreiro estaba xa desfeita. Véndenselle parte desas pedras á fábrica de papel", apunta.

El autor subrayó que con el apogeo de la Desamortización "os terreos foron repartidos e a xente considerou que esas pedras lle pertencían e levaron moitas para as súas casas". "As últimas usáronse para poñelo recheo na escola de Riobó", explica. No obstante, sobre el terreno todavía queda alguna pista sobre la presencia de esta construcción, caso de los restos de los muros exteriores, especialmente en su parte norte. "Aquí era xa máis complicado sacalas pedras, moito máis custoso", comenta Jesús Gulías. Era esta una fortaleza con base rectangular, con dos torreones, contrapuntos y baluartes, que no llegará a alcanzar el esplendor de la primera.

Las dos torres de Riobó, fortalezas que las circunstancias y el destino tornaron débiles, se encuentran hoy en gran parte olvidadas. Son muchos los vecinos que pasean por sus antiguos dominios y que desconocen su presencia, aún cuando persisten, casi en forma de leyenda, en el legado oral que los mayores trasmiten a sus hijos y nietos. El tiempo las hizo pasar de "joyas de la corona" de la Mitra Compostelana a un enigma diseminado y bautizado por las señas de los canteros.