Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Dezanos sobresalientes · (LX)

El relojero Fray Manuel del Río

Los investigadores Armando Vázquez o Daniel G. Alén sitúan su nacimiento en 1690 en Río (Rodeiro) y el escritor Fortunato Cruces lo vincula con la comarca de O Salnés

Lámina 10, Cipriano Maré/G.

El relojero y orador gallego Fray Manuel del Río nació en 1690, aunque no se sabe con exactitud dónde. Armando Vázquez y Daniel González Alén, en el libro "A Comarca do Deza" dicen que era natural del ayuntamiento de Rodeiro y que pudo haber nacido en la parroquia de Santa María de Río; pero el escritor y periodista Fortunato Cruces, en un discurso pronunciado en Argentina, en la velada de inauguración del "Orfeón Pontevedrés", la noche del 22 de junio de 1907, que recogió el periódico "El Progreso" (3/9/1913), dice que "el valle del Salnés fue cuna de un elocuentísimo orador, el fray Manuel del Río, que también ejerció con maestría renombrada el oficio de relojero". Lo que sí se sabe con certeza es que fue religioso franciscano, reputado predicador y maestro relojero, ofició que probablemente aprendió en Oporto, Portugal, con el relojero Tomás Luis de Sáa.

Manuel Del Río perteneció a la comunidad franciscana de Santiago de Compostela, donde publicó en 1759, en la imprenta de Ignacio Aguayo i Aldemunde, uno de los más importantes tratados de la relojería española, titulado: "Arte de los reloxes de ruedas para torre, sala y faltriquera", fue reimpreso en Madrid en el año 1789 por su discípulo, el famoso relojero madrileño Ramón Durán, encargado de construir muchos de los relojes de las catedrales españolas del siglo XVIII, era socio de Mérito de la Real Sociedad de la Corte y relojero de la misma y vivía en la calle del Humilladero, en Madrid.

Este curioso libro se centra en la manera de construir relojes, estableciendo diversas categorías: reloj de ruedas, de torre, de péndula corta y de cuerda. Se muestran las maneras de construirlos y se especifica cada una de las partes del reloj y los materiales apropiados para su construcción, con láminas explicativas.

La obra consta de seiscientas ochenta páginas, dividida en dos tomos, ilustrada con trece estampas finas, en las que están retratados varias invenciones y los instrumentos de la relojería, con instrucciones fáciles, para que todos los Ingenieros puedan ser perfectos relojeros sin tener maestro. Incluye también los diferentes cálculos de todas las clases de relojes, desde veinticuatro horas de cuerda, hasta cuerda de un año. Las diversas enfermedades que padecen los relojes viejos, con eficaces medicinas para curarlos. Direcciones para regirlos. Y muchos casos en que los dueños podrán componerlos por sí mismos, sin necesitar relojeros. Esta obra es el resultado de muchos años de trabajo, observación y práctica del autor. Es una obra que pone al servicio de todos los lectores los conocimientos que antes solo conocían los maestros del gremio de relojería.

Manuel del Río en el prólogo de su obra el "Arte de los reloxes de ruedas para torre, sala y faltriquera", indica que uno de los motivos para escribirla fue la ausencia de manuales sobre relojería, aunque en la segunda mitad de siglo XVIII ya se publicaron otros dos tratados españoles de relojería. La singularidad de la obra de Manuel del Río está en ser la primera en describir un reloj de autómatas de iglesia y dar instrucciones sobre su construcción.

Del Río prosperó en el favorable ambiente cultural creado por el rey Carlos III, muy aficionado a la relojería, que promovió la enseñanza de oficios industriales y artísticos y la publicación de obras científicas y técnicas y en concreto de relojería. Las políticas del rey también condujeron a la fundación de centros, como la Real Escuela de Relojería (en 1771) y la Real Fábrica de Relojes (en 1788). El reloj mecánico se había generalizado de tal manera que era necesario que el usuario contara con manuales prácticos que le ayudaran en el buen mantenimiento y la corrección del tiempo medio respecto de la hora solar.

La obra muestra muchas de las características comunes de los libros del siglo XVIII, destinados a la difusión de conocimientos utilitarios. Incluye trece grabados calcográficos sobre instrumentos, engranajes y otros objetos, dispuestos de manera precisa para ayudar a la comprensión del tema. Los grabados fueron realizados por Cipriano Maré, nacido en Madrid en 1775, grabador en talla dulce que participó en la ilustración de importantes obras de divulgación científica; entre 1802 y 1808 trabajó en la Real Calcografía dependiente de la Imprenta Real en la calle Carretas (Madrid). Refuerzan el carácter didáctico del tratado su clara organización y la inclusión de apartados de consulta-respuesta en el primer volumen, así como el índice alfabético de materias y el glosario en el segundo.

Cabe destacar asimosmo que Del Río influyó notablemente en los relojeros del siglo XVIII. Realizó varios viajes por las capitales españolas para conocer sus relojes y falleció en Pontevedra en 1766. Lamentablemente hasta la fecha no se ha localizado ninguno de los relojes construidos por este excepcional relojero franciscano.

El autor comienza el Tomo I, diciendo que "el reloj es una vistosa máquina, compuesta de diversas piezas, unas comunes y otras particulares" y termina el Tomo II, con un poético Díptico: "Sentada va de carrera,/Colgada sale arreglada./Siempre la tendré colgada,/Porque no corra ligera".

Compartir el artículo

stats