-¿Hasta que punto es importante seguir aprendiendo después de haber terminado los estudios?

-Sin duda alguna. Hay instituciones privadas que ofrecen formación al respecto y, también, desde el propio colegio profesional se genera información para actualizarse o sobre diferentes especialidades. Yo me baso principalmente en el trabajo manual y mucho también en intentar entender la fisiología de la persona que viene a la consulta. Con las manos accedemos a la anatomía, pero está íntimamente relacionada con la fisiología, y a veces tenemos que ver cómo están funcionando los diferentes órganos o sistemas, tanto desde el punto de vista orgánico como desde el conductual.

-¿Cuesta poder compaginar su profesión con el deporte?

-La verdad es que me llamaron los del Balonmán Deza para que les echara una mano y en eso estoy, aunque ya no me dedico tanto como cuando estaba en el Balonmán Lalín. El gusanillo sigue picando pero es díficil compaginarlo con el trabajo porque jugar al balonmano en Lalín es algo muy exigente. Se entrena cuatro días a la semana hasta las 11 de la noche y si lo hacemos es porque a todos nos gusta mucho, obviamente. No somos profesionales, pero la implicación es tan grande que te obligas a ti mismo a cumplir. Siempre se dice que el Balonmán Lalín es una gran familia, y es cierto. Aquí no sólo te tira la pista, también lo hace la gente porque hay una relación muy bonita entre los jugadores, sus familiares y la gran afición que tenemos. Yo creo que lo más caracteriza a esa gran familia de la que siempre se habla es la unidad que hay entre todos. Incluso entre las generaciones que no coincidieron sigue habiendo ese cariño y ese compañerismo.