La tesis doctoral lleva por título "La iluminación natural del espacio eclesial en los reinos hispánicos de la Alta a la plena Edad Media", y su autor es José Puente Martínez, que lleva dos años y medio trabajando en ella. En plena fase de redacción comenta para FARO DE VIGO su experiencia en el cenobio de Carboeiro, una de las construcciones estudiadas por este doctorando medievalista.
-¿Qué fue lo que le cautivó de Carboeiro para incluirlo en su tesis sobre arte medieval?
-Lo que a priori más me gustó fue el enclave en ese meandro. Incluso el poder de seducción que tiene Carboeiro porque siempre está presente el murmullo del agua y el canto de los pájaros. Yo lo que estoy viendo, al menos en torno a mi estudio de la iluminación y el diseño de la luz, es que todas están estudiadas en función a esa iluminación.
-¿Cómo es que no hay estudios sobre el diseño de la iluminación en las iglesias de la Edad Media?
-Existen en torno al simbolismo, por supuesto. Pero, en cuanto al diseño propiamente dicho de la iluminación, no hay tratados y escasas noticias en torno al tema salvo las fuentes coetáneas y literarias tipo Vitrubio o San Isidoro. Una de las cuestiones que me planteo en la tesis es hasta que punto hubo una auténtica preocupación entre los arquitectos medievales por modular la luz natural en el templo. Te encuentras que sobre el diseño de la iluminación no existe nada excepto noticias muy breves y concisas.
-¿Qué papel jugaba la luz en, digamos, la puesta en escena de la liturgia en época medieval?
-Creo que hay códigos que hemos olvidado, no los hemos perdido. Yo creo que los tenemos integrados, y que están ahí. Solamente hay que volver a dejar que fluyan con naturalidad. En ese sentido, la luz lo que hace básicamente en estos espacios es concentrar nuestra atención y, por supuesto, nos envuelve porque formamos parte del espacio.
-¿Cómo se aprecia esa función en un lugar tan peculiar como puede ser Carboeiro?
-Yo creo que en Carboeiro falta una sensibilización hacia lo que es el alumbrado, y no sólo lo que son los efectos de la luz, que en algunos casos vemos que son buscados. Son esos efectos escenográficos que se pueden apreciar en el oratorio de Celanova. Efectivamente, coinciden en que posiblemente pues fueran intencionados. Yo también insisto en el alumbrado porque un luxómetro no me permitía hacer un estudio comparativo entre las distintas partes del edificio, y entre los distintos edificios también.
-¿El arquitecto de Carboeiro tuvo en cuenta la importancia de la luz dentro del recinto monacal?
-Lo primero que salta a la vista en Carboeiro es que para la época los vanos, sobre todo los de las naves, son auténticas troneras, con una luz muy obturada. Después encontramos un foco, un punto referencial visual que está siempre ahí. Suponiendo que tuviéramos el altar, el foco que aparece en la capilla radial axial directamente coincide con el altar. Quiero decir que tenemos siempre ese referente en torno a la luz. Es decir, en el altar de Carboeiro vemos un signo divino y no un símbolo mediante la utilización de la luz. Yo creo que en esa época se plantearon que lo más importante era el signo, algo que pudieras identificar a través de los sentidos, y no algo simbólico que está oculto. Lo que son las Sagradas Escrituras también forman parte de mi trabajo, visto como un signo y no como un símbolo. Sobre todo, además, en estas iglesias se hace especialmente presente y visible. Una parte de mi estudio refleja, por ejemplo, como en las iglesias altomedievales, entre las que se incluye Celanova o Santa Comba de Bande, se le da mayor protagonismo a la luz que se abre en el presbiterio o capilla mayor que en el resto de los espacios. No hay ni una sola que no se conciba como una ventana abierta a Oriente.
