José María Blanco Louzao y Mari Carmen Sanmartín Chao se dieron el domingo un nuevo "sí, quiero" en la iglesia de A Somoza, tras 57 años de amor.

La suya es una historia sencilla, marcada al inicio por la constancia de José María, que debió de pensar aquello de que "quien la sigue la consigue" y no tuvo en cuenta que la que después sería su mujer le negó el primer baile que le pidió en A Estrada el Martes de Pascua en el que se vieron por primera vez. Eran otros tiempos. Él tenía 19 años y ella, tan solo 17. Confiesa que lo vio "mayor" y que temía lo que podría decir su padre. Le decía "márchate" pero "nunca se marchó".

Lejos de desanimarse, José María -natural de Toedo- insistió y a los 6 meses ya eran novios. "Hasta hoy", resume el feliz novio. Se casaron el 18 de febrero de 1967 en la iglesia de A Somoza, la parroquia de la novia. El domingo -el día en el que se cumplía exactamente medio siglo de su primera boda- quisieron renovar sus votos, ante sus seres queridos. Contaron con una madrina de excepción, la de su primer enlace, que a pesar de contar 88 años quiso volver a amadrinarles para darles tanta suerte como la vez anterior.

Y es que este medio siglo ha dado para mucho. Tuvieron dos hijos -José Manuel y Fran- y dos nietos que hoy suman 16 y 11 años. Ante ellos,su nuera, sus seis hermanos y sus sobrinos -en definitiva, ante "todo el equipo"- quisieron José María y Mari Carmen renovar sus votos primero el domingo y compartir un almuerzo en La Bombilla después.

No pudieron evitar emocionarse cuando, sorpresivamente, apareció la tuna. "Había estado tranquilo pero casi me hacen llorar", recuerda José María. También les agasajaron con una vajilla de Sargadelos y una estancia en el balneario de O Carballiño. Será su segunda luna de miel, unas vacaciones en las que afrontar con ánimos renovados el reto de volver a casarse dentro de 25 años. Para entonces, Mari Carmen apunta que quiere "bailar", lo único que echó de menos en su segunda boda.

Hasta entonces, se proponen seguir poniendo en práctica el secreto que les ha permitido vivir felizmente casados estos 50 años: tener mucha "paciencia por ambas partes" y "como decía mi padre", explica Mari Carmen, "conservar siempre la unión" familiar. Quieren expresar su agradecimiento al cura y a todos los familiares que quisieron compartir con ellos ese bello día. "Quedamos muy contentos de estar todos juntos", explican.

Aunque residen en Pontevedra y tienen una huerta en Ribadumia seguirán viniendo, como suelen hacer a menudo a Castrorramiro (A Somoza) -para hacerle compañía a la hermana viuda de Mari Carmen- y para ver a su familia. No olvidan sus orígenes. Y es que José María, mecánico de profesión, trabajó con Daniel Goldar y con esta firma se trasladó a Santiago, donde empezó a criarse su hijo mayor. Luego, lograría una plaza en el parque de maquinaria de la Diputación de Pontevedra y, por eso,él y su familia se fueron a vivir a la capital de la provincia. Dedicaría cuatro décadas a reparar la maquinaria provincial. Mientras, Mari Carmen ejercería de ama de casa y se consagraría al cuidado de sus hijos. Han tenido suerte. Están bien y muy orgullosos de sus vástagos.

Y mientras que afrontan el reto de volver a casarse cuando cumplan los 75 años de su boda, Mari Carmen no puede evitar echar cuentas: "para entonces mi hijo mayor tendrá la edad que yo tengo ahora". Les gustaría. Están dispuestos a volver a decirse "sí, quiero" por tercera vez. E incluso a marcarse el baile que Mari Carmen le negó a José María el día en que lo conoció.