El vertiginoso ritmo de la construcción fue frenado en seco por la crisis y el los afectos del pinchazo de la burbuja inmobiliaria son visibles, también en Deza, una década después con Lalín como ejemplo de lo que no fue capaz de interpretarse como un quizá desmesurado afán por levantar bloques de viviendas. Las consecuencias: decenas de edificios sin rematar y algunos en un alarmante estado de abandono. Con la quiebra de promotoras, gran parte de estos inmuebles pasaron o bien a manos de entidades crediticias o, luego, a la Sociedad de Gestión de Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb), conocida como banco malo. El Estado constituyó esta entidad para gestionar la comercialización de estos bienes, pero en la comarca todavía no ha sido capaz de encontrarle comprador, porque precisa inversiones millonarias para hacer habitables estos hogares.

Solo en Lalín un informe municipal, en 2013, detectaba hasta nueve edificios sin rematar por la quiebra de constructoras o el parón de un mercado que contribuyó al desarrollo urbanístico, la obtención de suelo público y millonarios ingresos para el Concello del impuesto de construcciones. Parte de estos bloques, ahora, en el mejor de los casos son ahora inmuebles a medio acabar y otros auténticas moles de ladrillo y hormigón que con el paso del tiempo avanzan en su estado de deterioro y abandono. Un dato clarificador es el censo de población y viviendas elaborado por el Estado en 2011 y divulgado dos años después, que colocaba a Lalín como el municipio español de su categoría con más viviendas vacías: hasta 3.307 de las 11.731 censadas no tenían inquilinos; es decir, casi tres de cada diez. Si nos ceñimos a las comarcas -en aquel informe se excluía a Dozón y Cerdedo- los hogares desocupados alcanzaban 8.224 de un total de 37.554. Algunos estudios recientes cifraban que en Galicia existen hasta 300.000 viviendas vacías.

A los bloques de viviendas en estado de abandono o sin acabar hay que añadir, sobre todo en Lalín y en menor medida en Silleda -en el resto de Deza el dato es casi residual- los cientos de pisos de promociones finalizadas que las promotoras no fueron capaces de vender y que a día de hoy son comercializados por bancos, Sareb o inmobiliarias creadas para tratar de colocar en el mercado tanto hogares por separado como bloques enteros. Muchos de estos pisos se liberaron a precios muy por debajo de su valor de mercado inicial, pero muchos otros siguen a la espera de inquilino. Ejemplos en Lalín hay demasiados y algunos en la emblemática urbanización de O Regueiriño, que se venden ahora a poco más de 800 euros el metro cuadrado, cuando en los años en los que se vendían casi sobre plano la cotización de estas viviendas podía ser el triple. En otros casos de viviendas casi a estrenar, pero construidas hace ahora algo más de diez años, su valor ronda los 600 euros el metro. Aunque el sector parece que está repuntando en los últimos tiempos o al menos así se deduce de los datos del mercado laboral y también del termómetro del impuesto municipal de construcciones, la construcción desmesurada no solo dejó promociones inacabadas sino que llevó consigo que los bienes no generasen plusvalías a sus propietarios, sino más bien el fenómeno contrario. El valor del suelo también es menor, precisamente por la saturación de oferta. Las consecuencias de la vorágine constructiva en la comarca saltan a la vista en un sector que su crisis se llevó por delante también a cientos o quizá miles de empleos.