El proyecto pionero que testó los efectos saludables de varios productos gallegos mediante un ensayo clínico realizado íntegramente con familias de A Estrada, el popularmente conocido como estudio de la dieta atlántica, logró reducir el peso de los participantes casi un kilo en solo 6 meses sin someterlos a una dieta estricta. Simplemente enseñándoles a comer.

Así lo demuestran los resultados del ensayo clínico Galiatr enmarcado en un gran proyecto investigador por la Misión Biológica del CSIC pontevedra, que agrupó a 7 empresas y 6 organismos de investigación. Formaban un consorcio de I+D+i. Hacían investigación básica con los productos alimentarios. Buscaban formas de procesamientos de los productos que evitasen la pérdida de componentes interesados con el envasado y entre 2013 y 2015 reclamaron fondos Feder para hacerlo, con unos resultados muy positivos.

En el proyecto se implicaron seis empresas y siete grupos científicos. Las firmas eran Bodegas Terras Gauda, Pazo de Rivas, Olei Aceite Gallego, A Rosaleira, Friscos y Quesquem. Y los siete grupos científicos eran el Grupo de Viticultura y Grupo de Brásicas de la Misión Biológica de Galicia-CSIC, el Grupo de Química de Productos Marinos del Instituto de Invetigación de Ciencias Marinas-CSIC, el Complexo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS) y la Fundación Ramón Domínguez, el Aula de Productos Lácteos de la Universidade de Santiago de Compostela (USC), el Departamento de Farmacología de la Facultad de Medicina de la USC y el Departamento de Química Analítica y Alimentaria de la Universidade de Vigo.

El ensayo clínico se realizó sobre 250 familias de A Estrada gracias a la colaboración del centro de salud. A la hora de seleccionarlo pesó el perfil investigador de su personal sanitario, coordinado por el jefe del Servizo de Atención Primaria de A Estrada, Juan Sánchez Castro; y su experiencia previa en proyectos investigadores. Pero lo que nació como un ensayo clínico se convirtió, de facto, en una intervención comunitaria que acabó implicando a toda la sociedad.

Así lo recuerda la investigadora principal y coordinadora del Grupo Clínico del estudio Galiat, la facultativa especialista en Análisis Clínicos del Servizo de Análisis Clínicios del CHUS, María del Mar Calvo Malvar, colaboradora docente en el Departamento de Bioquímica Clínica y Patológica Molecular de la Facultad de Medicina de la USC, integrante del Comité de Comunicaciones de la Sociedad Española de Bioquímica Clínica y Patología Molecular así como miembro de pleno derecho del Comité de Comunicaciones de la Federación Europea de Medicina de Laboratorio.

Las 250 familias de A Estrada seleccionadas se integraron en el grupo de intervención o en el de control. Se les proporcionaron alimentos proporcionados por la empresas participantes en el consorcio para que los fuesen incorporando a su dieta: mejillones de las rías, grelos y berzas, queso cremoso desnatado, aceite de oliva producido en Galicia y vinos albariño y mencía a fin de comprobar la eficacia biosaludable de la dieta tradicional.

Los alimentos se almacenaban con mimo en la Fundación y se distribuían gracias a la implicación del Concello entre las familias participantes. A los integrantes de estas se les practicaban análisis antes, durante y al final de esos 6 meses. Además, el personal de la consulta del estudio pionero que se estableció en el propio centro de salud -con un analista clínico, una enfermera y un nutricionista- les realizaba cuestionarios sobre hábitos de vida alimentarios, de actividad física y de características socioeconómicas. Asimismo, les midió parámetros antropométricos y les facilitó recomendaciones nutricionales acerca de cómo consumir los alimentos y con qué frecuencia para ajustarse a la dieta atlántica tradicional, saludable y bioactiva. Se hizo un estudio de patrones alimentarios al inicio y tras el ensayo clínico. Y se constató, por ejemplo, la existencia de usuarios que los fines de semana comían hasta 10 veces más de lo debido.

Se les orientó adecuadamente y hasta se impartieron clases de cocina en las que un cocinero enseñaba cuestiones básicas de cocina -cocer verduras, limpiar pescados... -en tanto que los investigadores les explicaban cómo combinar los alimentos para conformar dietas equilibradas en macro y micronutrientes. Así se limitaba la ingesta de calorías. Y el tiempo les ha dado la razón.

El análisis pormenorizado de los resultados del estudio -que se conocieron en el último trimestre del año- demuestran que los participantes han modificado su dieta. La sorpresa surgió al constatar que "sin pasar hambre" han logrado reducir la ingesta de 200 kilocalorías al año. Han adelgazado -perdieron de media 0,89 kilos en 6 meses- porque han comido menos kilocalorías. Han modificado su dieta y ha habido efecto arrastre de otros segmentos de la población que no participaban de inicio en el proyecto. De ahí que planteen aprovechar su labor nutricional dándole continuidad así al proyecto para favorecer a toda la sociedad estradense e incluso foránea si se exporta su ejemplo.