-Usted trabaja como educadora en el centro del programa Vagalume en Santiago. ¿Cómo surgió este proyecto?
-Vagalume se puso en marcha hace 25 años de la mano de las monjas Oblatas. Existen proyectos similares en Ferrol, Ourense y Lugo, así como en otros puntos de España.
-¿Qué servicios ofrecen a las mujeres que trabajan en la prostitución?
-Tenemos, entre otro, un centro de día integral, a la vez que ponemos en marcha talleres formativos y prestamos atención psicológica y orientación laboral. Disponemos, además, de un piso de acogida para víctimas de trata de seres humanos y un centro para familias. Desempeñamos también lo que nosotros denominamos trabajo de calle, visitando clubs de forma periódica para conocer de primera mano la situación de las personas que trabajan en ellos y ofrecerles información socio-sanitaria. En Lalín acudimos a dos de estos negocios.
-¿Su trabajo no es, entonces, que salgan de la prostitución?
-Nosotros no vamos de salvadores, lo que queremos es que estas mujeres tengan información, que conozcan sus derechos y que puedan tener acceso tanto a recurso como a la Seguridad Social, porque tenemos que pensar que en muchos casos estas víctimas ni siquiera hablan castellano y no saben a dónde dirigirse. Nosotros las acompañamos en su decisión de seguir en la prostitución o en salir de ese ámbito.
