Del Cocido de Lalín y de su fiesta se han escrito miles de páginas de periódicos, un puñado de libros y numerosas publicaciones en las que se ensalzó la calidad de los productos que con solo una cocción son capaces de cautivar a expertos gastrónomos o a una persona que solo lo percibe como una comida diaria más. Lalín supo, hace 49 años y 50 ediciones, sacar partido a un plato y elevarlo a los altares hasta el punto que hasta la fecha el único sabor amargo es la espera por la catalogación de la Feira do Cocido como fiesta de interés turístico internacional. Gastrónomos como Álvaro Cunqueiro, pregonero de la primera edición de la cita, ya habían descubierto más de una decena de sensaciones o sabores solo en la cacheira del cerdo; parte irrenunciable del animal que debe estar en todo cocido reglamentario. Tanto desde los inicios de la fiesta, con Luis González Taboada (Licho), luego con Xosé Cuiña y durante más de dos décadas con José Crespo, el Cocido se convirtió en una herramienta perfecta para divulgar Lalín y, también su gastronomía. Este legado fue recogido por el actual ejecutivo de Rafael Cuiña, consciente de que esta fiesta está por encima de todo. En su homenaje al Cocido y a su principal protagonista, el cerdo, la oficial calle Colón es conocida popularmente ya como la rúa Do Porco por la escultura dedicada a este animal totémico. La fiesta está en la memoria colectiva de todos y también en archivos como el de la veterana empresa de fotografía Bernabé. Porque el Cocido es fiesta, transgresión carnavalesca, confraternidad y buena mesa: Y de esto los lalinenses saben, y también tratan de contagiarlo a los miles de visitantes que cada año abarrotan sus restaurantes y domicilios para comer el mejor cocido del mundo.